Chihuahuense destacado: Salvador Marrero, el óleo y su misticismo

Un lienzo en blanco es la base de un nuevo universo que está a punto de nacer. Es el principio de todo. Un artista proponiéndoselo o no, juega a ser un dios de su propia creación. Dios, podríamos decirlo, era un artista con un lienzo vacío que poco a poco fue llenando con detalles al tope de colores y trazos. “En el principio, creó Dios los cielos y la tierra”, dicta el Génesis en la Biblia. Y esos cielos se llenaron de ángeles, brillos de sol y luna, de nubes blancas esponjosas, grisáceas por carga de lluvias, rosadas y anaranjadas por los rayos del amanecer, y rojo sangre por los rayos del otro crepúsculo. Y la tierra se llenó de pinceladas de colores vivos, de mares y ríos, animales pastando o surcando los aires, y árboles y montañas felices, diría Bob Ross.

Quizá, sin darnos cuenta, habitamos una enorme pintura que se tardó eones en tomar forma y que, al parecer, no se ha terminado. Imaginemos entonces que cada artista pictórico es un “dios” que crea y da forma a su cosmovisión, pincelada tras pincelada sobre la tela, mientras a su alrededor un olor a aceite de linaza, óleo y disolventes se apoderan del lugar de trabajo.

Salvador Marrero es un artista pictórico capaz de crear en poco tiempo escenarios, espejos oníricos de la realidad, mundos místicos y terrenales, de esos que hacen decir a aquel que los contempla: “yo quiero estar ahí”. Y estos mundos fantásticos no tratan en general de paisajes bonitos idóneos para un día de campo, sino de microcosmos sumamente personales, de esos que bien pueden habitar en la mente de cada persona que está dentro de sus cuadros o bien, ese cosmos, es el mismo personaje, su cuerpo desnudo como escenario erótico de la naturaleza o la mirada cabizbaja de un niño como muestra de que más allá del simple retrato, hay una historia o un mensaje que se transmite sin dificultad a través de los ojos de quien aprecia la obra.

Pero hay miles de versiones de una misma historia, depende de la perspectiva con la que se mire. Una obra tiene muchas interpretaciones: la que el autor quiso transmitir y la que el público captó. Aunque Marrero cree que no envía un mensaje oculto en cada cuadro, al menos no de manera intencionada, cree que todo “depende del espectador” sin en “cada obra en particular” ve “algo diferente”, según comenta el artista, “probablemente esté mandando mensajes ocultos de forma inconsciente.

Salvador Marrero es originario de la ciudad de Durango, Dgo., pero lleva radicando en la capital chihuahuense desde hace aproximadamente 28 años. Realizó estudios de pintura al óleo, escultura y dibujo anatómico en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la Universidad Juárez del Estado de Durango, UJED, bajo la dirección del muralista Francisco Montoya de la Cruz. Fue a la edad de 14 años cuando descubrió su pasión por las artes plásticas al conocer esta institución: ese era su mundo. Algunos años después, en 1979, se tituló como médico cirujano en la Escuela de Medicina de la misma universidad. Un humanista con dotes de médico o un hombre de la salud con habilidades artísticas y desenvolvimiento humanístico.

Como médico ejerció su profesión en clínicas de campo del IMSS y como pintor reconoce la influencia de escritores como Dostoievski o poetas como Ramón López Velarde, además del cine y la música, debido más que nada a las sensaciones e imágenes que llegan a generarle. Ya si hablamos de influencias plásticas, Marrero destaca a Diego Velázquez y a Francisco de Goya, pintores españoles de gran renombre, así como a muchos otros del manierismo (periodo algo tardío del Renacimiento), lo que es notorio en sus pinceladas trazadas con soltura en una técnica llena de agilidad natural y con “tendencia a buscar la estética por encima de otros elementos”.

Al tener influencias clásicas, Marrero considera que no es un artista que sigue “cánones que estén de moda” a pesar de que manifiesta “múltiples expresiones artísticas” en su trabajo: “podría dividirlo en un aspecto de tipo decorativo, otro de tipo personal donde expreso de alguna forma sobre mí, sobre mi filosofía de la vida, emociones, sentimientos, etcétera”, menciona el pintor que además da clases particulares, las cuales han sido parte importante de su actividad como artista en esta ciudad: “siempre estoy abierto a recibir como alumno a cualquier persona que tenga interés en experimentar con el arte de la pintura, independientemente de sus capacidades”, agrega.

Salvador Marrero ha convertido la sala de su casa en una galería privada que recibe en todo su esplendor a los visitantes que tienen la oportunidad de entrar a ella. Solo es cuestión de respirar hondo y notar el ambiente cargado de olores casi románticos de los materiales necesarios para la producción de sus obras y la de toda aquella persona que guste aprender este bellísimo arte capaz de sobrevivir a los siglos.

Este día el artista Salvador Marrero es nuestro chihuahuense destacado por ser un verdadero Referente de la creación artística, un defensor del óleo sobre tela y un maestro dispuesto a compartir sus habilidades con pupilos y pupilas que deseen entregarse a las maravillas ocultas entre las capas y capas de pintura de un lienzo que nunca volverá a estar vacío.