Por Jorge Cruz Camberos
Estamos en una época híper revolucionada, tanto en el mundo empresarial como en la vida política y social de nuestro país, pues, a lo largo de varias décadas, nuestra sociedad se ha transformado y nos ha ido exigiendo cada día mayor dinamismo, más capacidades físicas, mentales y emocionales, así como mejor adaptabilidad a los nuevos escenarios generados por la geopolítica mundial.
En el mundo de los negocios, los empresarios enfrentan constantes desafíos que requieren apertura para cambiar sus formas de productividad, así como una marcada flexibilidad que les permita mantenerse a la vanguardia en un mercado en constante evolución, en el que la lucha encarnizada, impulsada por la tecnología y la relocalización, permite a los más visionarios crecer sus empresas.
En ese sentido, considero que la capacidad de anticipar y reaccionar a todos estos cambios es crucial para sobrevivir y prosperar en un entorno empresarial competitivo.
Es así que los empresarios exitosos comprenden la importancia de la innovación, la diversificación y la capacidad de adaptación para mantenerse atractivos a los clientes, así como satisfacer las demandas cambiantes de los consumidores.
Esa es la realidad actual del empresario, no obstante, podemos contrastar las actividades productivas con la de los políticos, tomando en cuenta varios escenarios que estamos viviendo en nuestra entidad, nuestro país y en el mundo.
En Chihuahua, por ejemplo, tenemos grandes oportunidades de desarrollo, si tomamos en cuenta varias cosas: número uno, tenemos un vínculo mucho mayor con la economía de Estados Unidos que con la de nuestro país; número dos, gracias a nuestra ubicación geográfica privilegiada, poseemos una oportunidad inigualable de aprovechar las inversiones de grandes empresas mundiales, impulsadas por el nearshoring; y número tres, tenemos una ejemplar coordinación, primero que nada, entre organismos empresariales, y, después, con los gobiernos estatal y municipal.
¿Pero esto que significa realmente?, que Chihuahua tiene una poderosa fórmula para destacar, a diferencia del resto de los estados del norte y de otras latitudes del país, y dar el salto que estamos esperando desde hace muchísimos años en materia de inversión, competitividad, atractividad y calidad de vida.
Si bien tenemos varios indicadores que nos han colocado como una ciudad y un estado líder, gracias a los esfuerzos empresariales, requerimos que nuestra visión de largo plazo sea adoptada por los políticos, y que no solamente actúen para dar resultados en el lapso de gobierno que les toca encabezar, sino que sus obras y políticas públicas trasciendan en temporalidad.
Y es que los líderes políticos electos por las mayorías ciudadanas tienen la responsabilidad de representar y servir a la sociedad con integridad y transparencia de cara a las necesidades de la gente, y esto se logra uniendo esfuerzos con el sector productivo.
Lo malo del caso, es que, al paso de los sexenios la confianza de los pobladores en sus representantes ha sido socavada descomunalmente porque muchos políticos cambian sus posturas, promesas o se alían con intereses contrarios a los de las personas que los eligieron. Eso lo observamos recientemente en el Senado de la República, en donde dos senadores electos, que ya rindieron protesta, decidieron cambiar de partido político, abandonando y dejando vacías las esperanzas de miles de ciudadanos que los eligieron.
Qué decir de Chihuahua, en donde en la última década pudimos ver gobernantes que llegaron a serlo gracias a un partido y al finalizar su encargo terminaron cambiando su afiliación a otra organización política, con la intención de obtener otro puesto de elección popular, es decir, eligieron el “chapulineo” para permanecer viviendo de las arcas gubernamentales.
Por ello considero sumamente necesario cambiar esa visión retrógrada y desleal hacia el ciudadano de a pie, pues cada uno de ellos espera coherencia y fidelidad a los principios y valores que les fueron declarados durante la campaña electoral, y los impulsó a acudir a las urnas a ejercer su derecho al voto.
A esa acción se le puede llamar fraude o traición, puesto que la ciudadanía, en muchos casos, vota por el partido con el que simpatiza o milita desde hace muchos años, incluso su filia partidista, en ocasiones, les ha sido heredada por sus padres y hasta sus abuelos. Lo malo de esto es que estas acciones desleales han derivado en el hartazgo y desinterés de la sociedad en la política.
Pero para retomar el sentido de este artículo y unir la vida empresarial con vida política, ambas vinculadas por el bienestar social, quiero decir que, a diferencia de los empresarios que permanecen en el mundo de los negocios durante períodos muy prolongados, los políticos son figuras que vienen y van, ocupando cargos temporales que requieren rendir cuentas a sus electores y representar verdaderamente los intereses de la sociedad, pero en muchos casos simplemente llegan a ser representantes del pueblo y se olvidan de este, anteponiendo siempre sus intereses personales.
Por ello, la transparencia y la honestidad en el ejercicio del poder son fundamentales para mantener la confianza de la ciudadanía y promover un sistema político justo y equitativo que se vincule proactivamente con el mundo empresarial para dar mejores resultados en los ámbitos que les toca converger. Esto sin olvidar que los empresarios nos quedamos en el ejercicio de nuestras vocaciones por un mejor sector y una mejor sociedad, los políticos son transitorios.