Por Dr. Carlos Manjarrez
Dirigente Estatal de la CNC, Profesor Investigador de la UACH
Desde el punto de vista económico, una catástrofe ambiental que puede describirse como lluvia torrencial, granizo severo, frío extremo, o como una sequía “atípica”, pues limita el desarrollo y deteriora la economía de los pueblos rurales y su gente. Pero, bajo el esquema de la nueva ruralidad, la sequía no sólo afecta a poblaciones inminentemente rurales (con menos de 2500 habitantes según INEGI), sino que impacta de manera transversal a las grandes ciudades, las agrociudades y las comunidades rurales.
En Chihuahua, la producción de alimentos es la actividad que más agua de la disponible consume, seguida de la industria y luego el consumo humano. La producción de alimentos sustenta el desarrollo y la vida del total de la entidad y, siendo objetivos, dicha actividad primaria le da vida y razón de ser a 64 de los 67 municipios del Estado. Chihuahua capital, Juárez y Ojinaga por su condición de frontera son las excepciones, el 64 restante de sustentan su éxito en la actividad agroalimentaria, es así como en Chihuahua se ha integrado un gran sistema de agrociudades como Nuevo Casas Grandes, Cuauhtémoc, Meoqui, Delicias, Saucillo, Camargo, Jiménez y Parral, que se definen como ciudades medias, cuya historia de evolución y desarrollo se ha escrito desde la labor, rancho o huerta y el sudor de cientos de campesinos que ha sido base para el desarrollo y éxito regional. Como ejemplo, tenemos el Durazno en la región de Casas Grandes; el maíz y la manzana en Cuauhtémoc; forrajes, algodón, nuez, chile y otras hortalizas en Meoqui, Delicias, Saucillo, Camargo y Jiménez; y recursos maderables en la región de Parral.
Lo anterior genera una derrama directa entre 70 u 80 mil millones de pesos al año y aproximadamente 100 mil empleos directos. Y de manera indirecta, la economía de las agrociudades y de las poblaciones rurales expresa una relación directa y una dependencia mayúscula ya que cuando el campo produce o deja de hacerlo, la agrociudad fomenta o limita su economía.
Por si fuera poco, el impacto económico de una catástrofe ambiental no sólo se mide en miles de millones de pesos, en la conceptualización de la nueva ruralidad, se gesta un fenómeno SOCIAL que más nos impacta de manera grave y no se compone solo con un buen temporal; cómo efecto de la sequía se espera también la expulsión de gente del campo a la ciudad en busca de oportunidades para atender, cuando menos, las necesidades básicas de las familias. Expulsión que no es otra cosa que falta de oportunidades en el lugar de origen, que genera marginación, más pobreza, delincuencia y desintegración del tejido social por ser necesario dividir la célula de la sociedad representada por la familia.
Entonces, descrita la importancia del problema y el impacto del mismo, el reto para atender la adversidad y el desafío de la sequía que enfrenta nuestro gran estado grande de Chihuahua nos exige ponernos las pilas y ser creativos para que el impacto por esta catástrofe ambiental que vivimos sea disminuido. En este tenor, en principio se debe garantizar el agua para consumo humano. Curiosamente, son las poblaciones ubicadas en las partes altas de la Sierra Tarahumara las que más batallan y más dificultades tienen para acceder a un derecho humano como lo es el consumo de agua. Curiosamente ahí, donde se encuentran las fábricas de agua naturales, allá donde se cosecha agua, se tiene más sed, hambre, pobreza y subdesarrollo. En otras palabras: la Sierra Tarahumara da oportunidades de desarrollo a tres grandes cuencas en tres estados del País, la del Yaqui en Sonora, la del Fuerte en Sinaloa y la del Conchos en Chihuahua, pues es ahí donde se experimenta una de las mayores incongruencias socioambientales y económicas.
Regresando a la actividad primaria, al tema agroalimentario, es fundamental atender los efectos y causas de la sequía. En la agricultura, hay que tecnificar sistemas riego para que sean más eficientes, diversificar con cultivos de mayor valor y menor impacto ambiental y delimitar la frontera agrícola; mientras que en la ganadería, es pertinente ajustar la carga animal en ranchos y potreros, proveer de forraje, mejorar la genética y algunas acciones más.
Entre todas las propuestas para mitigar el impacto por la seguía en la agricultura y la ganadería, también encontramos algunas transversales como puede ser la planeación, la capacitación para desarrollar capacidades, la necesidad de organización ya sea para compras consolidadas o comercialización en conjunto, la organización misma para la planeación efectiva o para agregar valor y alto valor.
Aquí concluimos que para atender el desafío de la sequía y contener la migración del campo a la ciudad se debe aplicar una política pública que genere cuando menos una derrama económica de 70 mil millones de pesos del sector primario desde las comunidades rurales y el gran sistema de agrociudades de nuestro estado.
Para lograr que esa política pública sea una realidad, todas las acciones suman. Sin embargo, la Agroindustria, al agregar valor y alto valor a los productos del campo, podría marcar la diferencia y cosechar, como respuesta a este reto que tenemos enfrente, de esta crisis hídrica en que vivimos, una oportunidad de prosperidad y desarrollo bajo la visión de la nueva ruralidad con oportunidades para todos y con respecto irrestricto a la naturaleza. La sequía para Chihuahua se ha convertido en una condición típica, sólo nos resta aceptar el reto y aprender con creatividad a vivir con ella.