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La Cumbre de Líderes Mundiales sobre el Medio Ambiente, la 29ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), comenzó ayer en Bakú, Azerbaiyán, con un logro importante: la creación de un mercado global de créditos de carbono. Este avance pone fin a años de desacuerdos y bloqueos, estableciendo estándares para la compraventa de créditos de carbono entre países, lo que podría significar un impulso considerable para la economía de naciones vulnerables. Sin embargo, la decisión ha suscitado reacciones diversas, reflejando tanto el potencial del acuerdo como sus limitaciones.
¿Qué son los créditos de carbono?
Los créditos de carbono permiten que naciones con economías más fuertes, como Estados Unidos, Suiza y Japón, cumplan sus objetivos climáticos comprando reducciones de emisiones de países en desarrollo. Esto significa, por ejemplo, que países con menos recursos que invierten en la reforestación o la captura de carbono pueden vender estos créditos, y los países compradores pueden aplicar estas reducciones para compensar sus propias emisiones sin reducir necesariamente su huella de carbono doméstica. La medida se presenta como una solución pragmática, aunque no está exenta de críticas.
Críticas y desacuerdos
A pesar de las buenas intenciones, algunos activistas y representantes de naciones pequeñas han señalado que este acuerdo fue una especie de “acuerdo a puertas cerradas” en el que no se dio suficiente voz a todos los representantes, generando dudas sobre la transparencia del proceso. Este tipo de transacciones plantea un dilema ético sobre si los países más ricos deberían abordar directamente sus emisiones en lugar de buscar soluciones financieras que solo parcialmente compensan su impacto en el clima.
La necesidad de financiación climática
Otro punto central de COP29 es definir cuánto apoyo financiero necesitan las naciones más vulnerables para hacer frente a desastres naturales y avanzar hacia energías limpias. Actualmente, la meta anual de $100 mil millones para cada país en riesgo ha sido objeto de debate. Expertos y representantes de naciones en desarrollo argumentan que esta cifra debe ser aumentada hasta diez veces más para cubrir verdaderamente sus necesidades, dado el aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos.
Una sede polémica y un contexto complicado
La elección de Bakú como sede de COP29 también ha generado polémica. Según el New York Times, el lugar de la cumbre, visible desde plataformas de perforación de petróleo, contrasta fuertemente con el propósito de la reunión. Azerbaiyán, cuyo 90% de los ingresos de exportación proviene del petróleo y gas, no es visto precisamente como un “modelo de transición verde”. El propio presidente de COP29 y exdirector de la empresa estatal de petróleo, Mukhtar Babayev, reconoció en julio que su país no es conocido por sus esfuerzos en innovación climática. Además, la influencia de Rusia en asegurar que Bakú fuera sede añade otra capa de complejidad: Moscú bloqueó la aprobación de cualquier país que se opusiera a la invasión de Ucrania.
Ausencias notables y divisiones políticas
Este año, la cumbre cuenta con una notable disminución de líderes internacionales, 48 menos que en la edición anterior. Entre los ausentes se encuentran Xi Jinping y Joe Biden, presidentes de los dos países con mayor producción de petróleo. Además, Papua Nueva Guinea ha boicoteado la cumbre, llamándola “una completa pérdida de tiempo”.
El futuro de las promesas climáticas de Estados Unidos
El panorama se torna incierto para los compromisos climáticos de Estados Unidos, que se actualizarán antes de fin de año. Sin embargo, muchas de las políticas que conforman estos compromisos están en riesgo de ser revertidas bajo la administración del presidente electo Donald Trump. Durante la cumbre, el principal diplomático climático de EE.UU., John Podesta, expresó su decepción tras los resultados electorales, señalando que esto representa un revés significativo para los esfuerzos estadounidenses de combate al cambio climático.
COP29 se enfrenta a importantes desafíos y profundas divisiones. El acuerdo sobre créditos de carbono abre nuevas oportunidades para la financiación de proyectos verdes en países en desarrollo, pero también plantea preguntas críticas sobre la justicia climática y el papel de los países más contaminantes. Mientras tanto, el apoyo financiero a naciones vulnerables sigue siendo insuficiente, y la sede de este año subraya las complejidades políticas que dificultan el consenso global. En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, COP29 muestra lo que se ha logrado hasta ahora, pero también lo mucho que queda por hacer.
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