El sector privado: el motor que puede impulsar el cambio real

El poder, aunque efímero, puede ser un motor de cambio si se utiliza con responsabilidad y visión a largo plazo.
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Por Jorge Cruz Camberos

En tiempos de crisis global y transformación acelerada, el poder se ha convertido en un bien efímero. Hoy en día, es más accesible que nunca gracias a las redes sociales, el capital de riesgo, y el impacto inmediato que pueden tener las ideas innovadoras. Sin embargo, la velocidad con la que se pierde y la complejidad de administrarlo correctamente son retos que pocos logran superar. Y esta es una llamada urgente para los líderes empresariales: necesitamos que el cambio venga del sector privado.

No lo digo porque falten políticos bien intencionados. De hecho, muchos ingresan a la vida pública con una genuina vocación de servicio. El problema está en el sistema. Las estructuras burocráticas, la polarización política y la falta de continuidad en las políticas públicas ahogan las posibilidades de cambio significativo. ¿Cuántas veces hemos visto a líderes políticos anunciar reformas importantes, sólo para verlas sepultadas por intereses cruzados o legislaciones que nunca se implementan?

El sector privado como catalizador del cambio

El sector privado tiene la libertad, los recursos y, sobre todo, la obligación moral de impulsar las transformaciones que las sociedades necesitan. Los empresarios son quienes generan empleo, promueven la innovación y establecen estándares éticos para los mercados. Pero no basta con tener éxito comercial; necesitamos líderes empresariales que entiendan que su impacto trasciende las paredes de sus oficinas o las cifras en sus balances.

Hoy, más que nunca, el poder debe utilizarse como una herramienta de construcción colectiva. Y eso exige algo más que resultados financieros: exige visión, compromiso y valentía para tomar decisiones que beneficien no sólo a sus accionistas, sino también a sus comunidades.

¿Por qué es tan difícil usar bien el poder?

Administrar poder no es sencillo porque implica equilibrar intereses contradictorios, prever el impacto a largo plazo y enfrentarse a la resistencia de un sistema que, en muchas ocasiones, está diseñado para mantener el statu quo. Es aquí donde los líderes empresariales deben aprender a navegar la incertidumbre, priorizando el propósito sobre las ganancias inmediatas y alineando sus metas con los principios del desarrollo sostenible.

Por ejemplo, en lugar de esperar a que se implementen políticas climáticas efectivas, muchas empresas están liderando la transición hacia energías limpias. En lugar de criticar el sistema educativo, otras están invirtiendo en la capacitación de sus empleados y colaborando con instituciones académicas para diseñar programas que respondan a las necesidades del mercado laboral del futuro.

El cambio empieza hoy

El liderazgo empresarial ya no es una opción; es una necesidad. Pero no hablamos del liderazgo tradicional que simplemente maximiza utilidades. Necesitamos líderes que piensen en el poder como un vehículo de transformación, no como un fin en sí mismo. Líderes que no teman asumir riesgos, porque saben que el verdadero fracaso es no intentarlo. Líderes que entiendan que en un mundo interconectado, la prosperidad individual está ligada al bienestar colectivo.

El llamado está hecho: es momento de que el sector privado tome el protagonismo. Porque aunque el poder sea efímero, su impacto puede ser duradero si se utiliza con sabiduría y responsabilidad.

El futuro no lo definirán los discursos, sino las acciones. Y como sociedad, no podemos permitirnos esperar más.