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En un entorno global marcado por cambios en los paradigmas de la globalización y el capitalismo, el papel del Estado en la economía vuelve a ocupar el centro del debate. Así lo planteó Altagracia Gómez Sierra, presidenta de Promotora Empresarial de Occidente (PEO) y coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización de Empresas, quien subraya la importancia de un Estado que no sólo regule, sino que también conduzca y promueva la actividad económica.
En entrevista con La Jornada, Gómez Sierra explicó cómo las transformaciones globales están redefiniendo el panorama económico. Con la relocalización de cadenas de suministro, los avances en tecnología y los retos del cambio climático, las economías necesitan un Estado activo que trabaje en conjunto con la iniciativa privada para fomentar inversiones, garantizar un desarrollo equilibrado y consolidar a México como un actor clave en la región de América del Norte.
El Estado como facilitador
Uno de los puntos clave planteados por Gómez Sierra es el equilibrio entre regulación, promoción y apoyo a los sectores productivos. En su opinión, el Estado no debe limitarse a ser un simple observador, sino que debe convertirse en un catalizador del crecimiento económico, apoyando proyectos que generen valor social y financiero.
“El Estado tiene que facilitar la inversión privada y no actuar como un obstáculo”
Altagracia Gómez Sierra
Ejemplos de esta filosofía son las oportunidades que México puede aprovechar bajo el T-MEC, como la atracción de empresas que busquen reducir su dependencia de Asia o el fortalecimiento de industrias estratégicas, como la manufactura y la logística.
Sin embargo, Gómez Sierra advierte que este papel activo del gobierno debe ser eficiente y transparente. Proyectos como el Tren Maya, por ejemplo, deben evaluarse no sólo por su alcance social, sino también por su viabilidad económica a largo plazo.
Aprovechar el bono demográfico
Otro aspecto central de su análisis es el potencial del bono demográfico de México. Con más de 125 mil jóvenes integrándose al mercado laboral cada año, el país tiene una ventaja competitiva única en la región. Sin embargo, esta oportunidad sólo puede traducirse en crecimiento económico si se complementa con políticas educativas sólidas, capacitación laboral y generación de empleos de calidad.
“Las empresas y el gobierno deben trabajar juntos para garantizar que estos jóvenes encuentren oportunidades reales en sectores estratégicos. La clave está en apostar por el desarrollo regional y las pequeñas y medianas empresas (Pymes), que son el motor de nuestra economía”.
Altagracia Gómez Sierra
La integración regional como motor de crecimiento
La empresaria también destacó la importancia de consolidar a México como un socio estratégico en América del Norte. Al catalogar la integración con Estados Unidos y Canadá como “irreversible”, Gómez Sierra enfatizó la necesidad de mantener una relación económica sólida con ambos países, promoviendo inversiones en sectores clave como la manufactura avanzada, las energías renovables y la tecnología.
En este contexto, subrayó la urgencia de que México fortalezca su infraestructura y desarrolle un marco regulatorio que brinde certeza jurídica a los inversionistas. Esto incluye garantizar el cumplimiento de acuerdos internacionales, como el T-MEC, y promover un ambiente de negocios competitivo.
Reflexión final
El llamado de Altagracia Gómez Sierra a una colaboración más activa entre el Estado y el sector privado llega en un momento crucial para México. En un mundo en transformación, el país enfrenta tanto desafíos como oportunidades únicas. Aprovechar este momento requiere una visión estratégica, un liderazgo decidido y un compromiso compartido entre todos los actores de la economía.
México tiene el potencial de consolidarse como un líder regional y global. Para lograrlo, es indispensable construir puentes entre el gobierno, las empresas y la sociedad, adoptando un enfoque que priorice la sostenibilidad, la innovación y el bienestar colectivo.
El Estado, como señala Gómez Sierra, debe ser más que un árbitro: debe ser un verdadero aliado en la construcción de un futuro próspero y equitativo.
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