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La reciente decisión de S&P Global Ratings de ratificar la calificación crediticia de México en “BBB” con perspectiva estable da mucho de qué hablar. Este anuncio es más que un número: refleja la confianza en la capacidad del país para mantener sus finanzas en orden y, a la larga, garantizar un entorno propicio para el desarrollo económico.
Una gestión cautelosa: la brújula financiera de México
Según S&P, uno de los pilares que sostiene esta calificación es la gestión macroeconómica prudente. En pocas palabras, el país ha mantenido una disciplina fiscal que, junto con una política monetaria sólida, ayuda a estabilizar las finanzas públicas. Esta cautela no es un lujo, sino una necesidad en un mundo donde la incertidumbre económica global es la norma.
Además, factores como el control de déficits fiscales y el manejo del endeudamiento nacional son cruciales para mantener la confianza de los inversionistas. De hecho, la calificación también considera la estabilidad en las cargas de deuda de actores clave como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Sí, los números pueden parecer fríos, pero detrás de ellos hay un mensaje claro: sin estabilidad, no hay crecimiento sostenible.
La integración económica: un as bajo la manga
Otro punto que S&P destacó es la creciente integración de México en América del Norte, gracias al T-MEC y las cadenas de suministro regionales. Esta relación, que se ha fortalecido en los últimos años, aporta resiliencia económica al país. Pero, ojo: también implica retos, como aprovechar mejor esta posición estratégica para aumentar el crecimiento económico, que aún se ve limitado.
La agencia proyecta un crecimiento del PIB de 1.6% en 2024 y 2025, con un alza a 2.0% en el largo plazo. No es un mal escenario, pero para muchos parece quedarse corto. Esto se debe, en parte, a las restricciones fiscales que podrían limitar grandes proyectos del próximo gobierno, sobre todo si no se incentiva la participación del sector privado.
¿Qué pasa si se pierde la brújula?
Por otro lado, S&P también dejó claro qué podría pasar si las cosas no van como se espera. Entre los riesgos, menciona un déficit fiscal más alto de lo planeado, un aumento en la deuda pública y problemas adicionales relacionados con el apoyo a Pemex y CFE. En pocas palabras, si las finanzas públicas flaquean, la calificación podría bajar, lo que dificultaría el acceso a financiamiento y encarecería el costo de la deuda.
¿Por qué nos debe importar?
La estabilidad no es solo un tema de números o términos técnicos; se traduce en beneficios tangibles para las personas y las empresas. Una buena calificación crediticia permite al país acceder a financiamiento más barato, lo que a su vez puede destinarse a infraestructura, programas sociales y desarrollo económico. Además, refuerza la confianza de los mercados internacionales, atrayendo inversión y generando empleo.
En un país como México, donde los retos económicos y sociales están a la orden del día, la estabilidad financiera se convierte en un pilar fundamental para garantizar un futuro con oportunidades reales para todos. Mantener ese equilibrio no es opcional: es el camino hacia un crecimiento sostenido y una mayor calidad de vida.
¿Conclusión? Estabilidad es sinónimo de oportunidad. Si México mantiene su disciplina económica y apuesta por incentivos al sector privado, no solo preservará su calificación, sino que también abrirá nuevas puertas hacia un desarrollo más inclusivo y dinámico.
En comparación con 2023, México mantiene en 2024 la misma calificación de “BBB” con perspectiva estable por parte de S&P Global Ratings, lo que refleja una continuidad en la gestión fiscal cautelosa y estabilidad macroeconómica; sin embargo, persisten los retos de bajo crecimiento económico a largo plazo y riesgos relacionados con la deuda y las obligaciones financieras de Pemex y CFE, mientras que la integración económica en América del Norte sigue siendo un punto clave de resiliencia para el país.
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