Las recientes negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania han cobrado un matiz inesperado. Mientras los diplomáticos estadounidenses y rusos tantean un posible acuerdo en reuniones en Arabia Saudita, un elemento clave ha surgido en la ecuación: el acceso a los vastos recursos minerales ucranianos. Para Donald Trump y Vladímir Putin, la paz podría no ser solo una cuestión de diplomacia, sino también de interés económico y geopolítico.
El papel de Trump: entre la paz y los negocios
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha asegurado que podría reunirse con su homólogo ruso “muy pronto” y ha insinuado que Putin quiere poner fin a la guerra. Sin embargo, más allá de sus declaraciones, los movimientos de su administración sugieren que la paz en Ucrania debe ir acompañada de beneficios tangibles para EE.UU.
Prueba de ello es el documento entregado por el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, al presidente Volodymyr Zelensky. En él, Washington solicita la propiedad del 50% de los yacimientos minerales de Ucrania, un activo estratégico valorado en varios billones de dólares. La propuesta, que supuestamente serviría para que Ucrania reembolse la ayuda estadounidense recibida desde 2022, fue rechazada por Zelensky, aunque las negociaciones siguen abiertas.
Para Trump, un acuerdo de paz que incluya el acceso a los minerales ucranianos representa una oportunidad doble: consolidar la influencia estadounidense en Europa y reducir la dependencia de China en el suministro de materias primas clave para la tecnología y la industria. Esto alinearía la estrategia de su gobierno con su conocida política de “America First”, priorizando los intereses económicos de EE.UU. en cualquier resolución del conflicto.
Putin y su estrategia de desgaste
Por otro lado, Putin también parece dispuesto a negociar. Tras casi tres años de guerra, Rusia ha sufrido un desgaste económico y militar significativo, lo que explicaría su aparente disposición a alcanzar un acuerdo. Sin embargo, su posición en la mesa de negociación no es la de un derrotado. Rusia ha consolidado su control sobre regiones clave de Ucrania y ha fortalecido sus lazos con potencias como China e Irán.
El hecho de que las conversaciones iniciales en Arabia Saudita no cuenten con una delegación ucraniana clara podría ser indicativo de que Putin busca un acuerdo que le permita mantener parte de sus conquistas territoriales sin una confrontación directa con Zelensky. Para el Kremlin, un alto al fuego que garantice la influencia rusa en el este de Ucrania y limite la expansión de la OTAN podría ser suficiente para considerar la guerra como una “victoria estratégica”.
¿Paz real o un juego de intereses?
Si bien el cese de hostilidades en Ucrania es un objetivo prioritario para Europa y la comunidad internacional, los actores clave en la negociación –Trump y Putin– parecen estar más enfocados en asegurar beneficios económicos y estratégicos para sus respectivos países.
Para Trump, el acceso a los minerales ucranianos representaría un trofeo en su política de reindustrialización y autonomía tecnológica. Para Putin, la negociación es una oportunidad de consolidar lo ganado sin exponerse a un conflicto prolongado que desgaste aún más a Rusia.
La gran incógnita sigue siendo Ucrania. Zelensky ha mostrado resistencia a ceder su soberanía económica, pero la presión internacional y la necesidad de reconstrucción podrían empujar a su gobierno a aceptar un acuerdo que, aunque le dé estabilidad, lo obligue a concesiones difíciles.
La paz en Ucrania es posible, pero no será gratuita. La pregunta es: ¿será una paz justa o únicamente un equilibrio temporal de intereses entre dos potencias?
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