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De la neutralidad a la diplomacia activa: el nuevo rumbo de la política exterior de México

Por Ricardo Huerta

México ya no es un país neutro ante los conflictos de otras naciones, de hecho ha realizado opiniones que encaran su tradicional política de no intervención, esto es un gran giro en la forma de llevar su política exterior. Hasta unos años atrás, México se posicionó como un país en el que la política exterior, más allá del presidente en turno, estaba fuertemente influenciada por sus más grandes exponentes como Jorge Castañeda, Isidro Fabela, Alfonso García Robles, Emilio Rabasa, Gilberto Bosques, entre otros, quienes cimentaron las bases para formar a cientos de generaciones de futuros diplomáticos mexicanos.

Durante años, hemos visto la postura neutral que ha tenido nuestro país en relación a los conflictos de otras naciones, pero antes de ser un país pacifista, en la historia de México existe un periodo de fuerte actividad beligerante. Todo comenzó con la época de reparación de alianzas al término de la Segunda Guerra Mundial cuando se construyeron bloques regionales para preservar la paz y asegurar el apoyo mutuo ante nuevos conflictos internacionales. En ese tiempo, México pasaba por cambios internos importantes como la forma en que la educación debía impartirse, además del estallido de huelgas a lo largo del país que afectaron la industria petrolera. Aún así, no se mantuvo al margen en el contexto internacional y aprovechó para realizar gestiones diplomáticas ante la entonces Liga de las Naciones respecto a la segunda guerra ítalo-etíope y posteriormente declarando la guerra a las Potencias del Eje, a causa del hundimiento de barcos petroleros mexicanos por parte de Alemania en 1942.

Postura de México

Durante la postguerra, México mantuvo posturas de preservación de la paz y el respeto hacia la soberanía de las naciones, a través de su Doctrina Estrada, se colocó en la comunidad internacional como un país con una política exterior de máximo distanciamiento en los conflictos internos de los demás países, enfocándose estrictamente al reconocimiento de los mismos y el establecimiento de embajadas en donde existiera un gran número de mexicanos.

Sin embargo, a pesar de que el país ha mantenido posturas críticas frente al intervencionismo extranjero en América Latina, el año pasado la representación de México en el exterior sorprendió a todos cuando la embajada mexicana en Ecuador dio asilo al ex vicepresidente Jorge Glas acusado por corrupción, desatando así un conflicto como no se había visto, provocando incluso el rompimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.

Relación bilateral

Actualmente, el gobierno encabezado por Sheinbaum tiene el reto más significativo con las medidas del gobierno norteamericano, su principal socio comercial. Esta relación bilateral ha sido compleja, marcada por momentos de cooperación y de tensión, particularmente con el problema migratorio y las políticas de seguridad que han puesto a prueba la relación. En la actualidad, en un mundo más interconectado y confrontado, la autonomía nacional y la “diplomacia de paz” de Sheinbaum puede resultar excesivamente idealista. La diplomacia de paz es fundamental, pero no siempre es suficiente frente a los desafíos globales como la inseguridad internacional, las crisis humanitaria y las políticas unilaterales, como las de Estados Unidos. El rechazo a las políticas migratorias de Estados Unidos ha sido una postura dura por parte de México, pero ¿cómo se gestionaría esta relación de manera constructiva? La política exterior de Sheinbaum puede caer en un excesivo enfoque de confrontación o resistencia, sin ofrecer un camino claro para la cooperación y la solución de problemas comunes. La diplomacia no puede ser un constante acto de resistencia, sino de negociación y acuerdos en beneficio mutuo.

Política exterior de México

El futuro de la política exterior de México dependerá en gran medida de la capacidad para gestionar sus diferencias y aprovechar los puntos en común con otros países. Si bien la neutralidad y la no intervención son pilares de la política exterior mexicana, el creciente protagonismo de potencias como China, Rusia y la Unión Europea exige una postura más activa y reflexiva. Las tensiones son inevitables, la diplomacia y la necesidad de enfrentar desafíos globales de manera conjunta podrían sentar las bases para una cooperación más equitativa y sostenible. El diálogo y el respeto por la soberanía de cada nación serán clave para definir el camino a seguir. En un contexto mundial cada vez más fragmentado, México necesita una política exterior más dinámica, flexible, menos dependiente y más alejada de los discursos tradicionales que no siempre corresponden con las demandas de un mundo lleno de retos complejos.