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Sequía, tratados internacionales y el agua como activo estratégico

Por: Jorge Cruz Camberos

En el marco del Día Mundial del Agua, celebrado el pasado 22 de marzo, el mundo reflexiona sobre uno de los recursos más estratégicos y vulnerables de nuestro tiempo: el agua. La escasez hídrica se agudiza, impactando a miles de millones de personas y debilitando las bases del desarrollo económico, especialmente en regiones como el norte de México. Para estados como Chihuahua, esta crisis no es hipotética: es una realidad que se intensifica ante el cambio climático, el agotamiento de acuíferos y la presión creciente sobre los convenios internacionales de distribución de agua.

La reciente narrativa política de Donald Trump, enfilada contra tratados como el de 1944 que regula el uso compartido del agua entre México y Estados Unidos, reaviva tensiones en un momento crítico. Aunque no se ha oficializado ninguna política nueva, sus declaraciones ya sacuden las bases de cooperación bilateral que permiten a Chihuahua planear con cierta estabilidad su manejo hídrico.

Agricultura: el gran consumidor del agua

Cuando hablamos de consumo de agua en Chihuahua, no podemos perder de vista una verdad contundente: el 85% del recurso disponible se destina al sector agrícola. Este dato no es menor. La vocación productiva del estado —una de las más sólidas en el norte del país— depende casi por completo de la disponibilidad de agua para el riego de cultivos como alfalfa, nogal, maíz y chile.

Sin embargo, gran parte de esta agricultura opera con métodos de riego ineficientes, lo que provoca pérdidas sustanciales y el agotamiento de acuíferos. A diferencia de los sectores urbano e industrial, cuyo consumo representa una fracción del total, el desafío agrícola es tan urgente como estructural. Cualquier estrategia para asegurar el futuro hídrico de Chihuahua debe comenzar aquí.

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Los tratados internacionales bajo fuego

El Tratado de Aguas de 1944 ha sido clave para mantener la cooperación entre México y Estados Unidos en el manejo de ríos fronterizos. Pero el endurecimiento de posturas en Washington, como las que representa Trump, podría modificar unilateralmente el equilibrio de esos compromisos. Si México se ve forzado a entregar más agua sin garantías de reciprocidad o sin capacidad técnica para sostener sus propios sistemas de riego, estados agrícolas como Chihuahua cargarán con la mayor parte del impacto.

¿Qué se puede hacer?

El futuro exige acción en varios frentes. Primero, modernizar los sistemas de riego, incentivando el uso de tecnologías como la aspersión y el goteo, que ya han demostrado reducir el desperdicio y mejorar el rendimiento por metro cúbico de agua. Segundo, fortalecer la participación de los propios agricultores en esquemas de gobernanza que premien el uso eficiente y transparente del recurso.

Tercero, asumir una postura firme desde los liderazgos locales y federales para defender en foros nacionales e internacionales la particularidad agrícola de Chihuahua. No se trata de incumplir tratados, sino de contextualizarlos ante nuevas realidades climáticas, sociales y productivas.

Una sequía que también puede ser oportunidad

La crisis del agua también puede ser un punto de inflexión para construir un nuevo pacto social en torno a este recurso vital. Es tiempo de dejar atrás el enfoque de corto plazo y abrazar una visión más integral y sostenible, donde la productividad no se oponga al equilibrio ecológico, y donde el campo sea parte de la solución, no del problema.

En Chihuahua, el agua no es solo un insumo agrícola: es un símbolo de identidad, de lucha y de futuro. Cuidarla es cuidarnos todos.