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Trump y los aranceles: cuando el caos es estrategia

Por Jorge Cruz Camberos

Hace unos días, el presidente Donald Trump decidió mover una pieza clave en el tablero comercial global: redujo los aranceles recíprocos al 10%, temporalmente. Lo anunció sin orden ejecutiva formal —como si el simple gesto bastara—, pero el impacto fue inmediato: los mercados se calmaron, la bolsa estadounidense subió más de 8% y, por un momento, el ruido de la guerra comercial bajó de volumen .

Sin embargo, esta jugada no fue gratuita ni inocente. Es una táctica de contención ante una economía que venía resintiendo el efecto dominó de sus propias decisiones. Es también una estrategia clásica de Trump: crear tensión, empujar hasta el límite y luego ofrecer una “salida” temporal mientras redefine las condiciones del juego.

Para México, la noticia tiene doble filo. Por un lado, seguimos exentos de estos aranceles recíprocos. Por el otro, los países que la semana pasada estaban en clara desventaja —como Vietnam, que pagaba 46%— hoy tienen las mismas condiciones que nosotros: un 10% parejo . Es decir, la ventaja competitiva que brevemente tuvimos se desvaneció.

Y aún más preocupante: los aranceles del 25% bajo la narrativa de “emergencia por fentanilo y migración” siguen vigentes para productos que no cumplen con el TMEC. Es un recordatorio de que nuestras relaciones con EE.UU. están lejos de ser estables, y que cualquier descuido nos puede costar caro .

Este episodio confirma algo que quienes nos dedicamos al desarrollo económico no podemos ignorar: el entorno internacional es volátil, y no hay espacio para la complacencia. Las ventajas no se heredan, se construyen y se defienden todos los días.

México necesita redoblar su apuesta por el cumplimiento del TMEC, por la atracción de inversiones con visión de largo plazo y, sobre todo, por la innovación como escudo ante estos vaivenes. Hoy más que nunca, la competitividad no se trata de lo que el vecino hace, sino de lo que nosotros estamos dispuestos a hacer mejor y más rápido.

La reducción de aranceles de Trump es, en el mejor de los casos, una tregua. Pero una tregua no es paz. Y en tiempos de incertidumbre, la mejor estrategia es prepararnos para lo que sigue, no para lo que fue.