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Semana Santa en Chihuahua: un viaje de fe, historia y turismo

Por Martín Zermeño

Sin duda para los que somos creyentes católicos, la Semana Santa es tiempo de reflexión, se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

La Semana Santa es la última semana de Cuaresma, el período de 40 días en el que los cristianos debemos prepararnos para la Pascua. La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza (el día en que se colocan cruces de ceniza en la frente) e incluye una combinación de oración, reflexión, sacrificio y a realizar buenas obras.

Desde el inicio de los tiempos, el turismo religioso y de fe, es el que más recursos deja a la economía de los países. Entre las rutas religiosas que generan el desarrollo y la economía en el mundo, destacan Jerusalén, Israel, Roma, Italia y Santiago de Compostela, España. Aquí en México, la CONCANACO, pronosticó para las vacaciones de Semana Santa, que habría una derrama de 300 mil millones de pesos.

En nuestro estado, platicando con el titular de la Secretaría de Turismo, Edibray Gómez, comentó que se ha iniciado en esta administración de la gobernadora Maru Campos el impulso al turismo religioso y de fe, lanzando el Camino del Padre Maldonado y la restauración de las Misiones Franciscanas y Jesuitas.

El Camino de Maldonado es un sendero de turismo religioso de aproximadamente 60 kilómetros que une dos puntos de gran significado espiritual en el estado de Chihuahua: el Santuario del Padre Maldonado, en la ciudad de Chihuahua, y la Iglesia de Maldonado, ubicada en el poblado de Santa Isabel.

Este recorrido está dedicado al Padre Pedro de Jesús Maldonado Lucero, el único santo mártir originario del estado, canonizado por el Papa Juan Pablo II en el año 2000. Su legado de fe, entrega y martirio durante la persecución religiosa en México lo han convertido en una figura profundamente venerada.

El sendero fue inaugurado a principios de este año 2025, como resultado de una colaboración entre la Iglesia Católica y la Secretaría de Turismo del Gobierno del Estado de Chihuahua, con el objetivo de fortalecer el turismo espiritual y promover el patrimonio religioso e histórico de la región.

A lo largo del trayecto, los peregrinos atraviesan paisajes rurales, comunidades locales y caminos que invitan a la reflexión, la conexión con la fe y la naturaleza. Este proyecto no sólo rinde homenaje al Santo Maldonado, sino que también impulsa el desarrollo de las comunidades rurales, fomenta la cohesión social y ofrece una experiencia profunda de espiritualidad y tradición.

La semana pasada observe algunos grupos de personas que iniciaban este bello recorrido desde Chihuahua Capital hasta Santa Isabel.

“Señor, yo soy feliz en medio de mis luchas, porque tú estás conmigo.”

— San Pedro de Jesús Maldonado

LAS MISIONES FRANCISCANAS Y JESUITAS

Sin duda pasar la Semana Santa en la sierra Tarahumara, disfrutando de las celebraciones de los pueblos originarios es toda una experiencia; pero la visita a las Misiones Franciscanas y Jesuitas en el Estado de Chihuahua, son un recorrido que no se puede dejar de lado.

La historia del norte de México, y particularmente del estado de Chihuahua, no se puede comprender sin la profunda influencia de las misiones religiosas establecidas por las órdenes franciscana y jesuita entre los siglos XVI y XVIII. Estas misiones buscaban la evangelización de los pueblos originarios, también la consolidación del dominio español en territorios fronterizos.

A raíz de la expansión de la Nueva España hacia el norte, el virreinato recurrió a órdenes religiosas para avanzar en la evangelización y pacificación de las comunidades indígenas. El territorio que hoy ocupa Chihuahua era habitado por diversos grupos como tarahumaras, tepehuanes, pimas, conchos, guarijíos y tobosos, muchos de ellos seminómadas, lo que representaba un gran desafío para los misioneros.

Las misiones fueron centros religiosos, económicos y sociales, y funcionaban también como una forma de control colonial, preparando a los indígenas para una eventual integración a la vida civil novohispana.

Misiones Jesuitas (1607–1767)

Los jesuitas comenzaron su labor en la región alrededor de 1607, en lo que se conocía como la Provincia de la Tarahumara. Su estrategia se basaba en crear comunidades llamadas reducciones, donde los indígenas eran instruidos en la fe cristiana, alfabetizados, y enseñados en oficios y agricultura.

Algunas de las misiones jesuitas más importantes en la Sierra Tarahumara fueron:Norogachi, Cusárare, Carichí, Tewerichi, Batopilas, Chínipas, Temósachic y Guachochi.

Destaca la Misión de Cusárare, que conserva una iglesia construida en el siglo XVIII y valiosas pinturas sacras de la escuela cusqueña.

Los franciscanos solían vivir en condiciones más austeras que los Jesuitas y practicaban una evangelización más directa y personal. Su presencia se extendió tanto en zonas serranas como desérticas.

Algunas misiones franciscanas destacadas fueron: Misión de San Francisco de Borja, Misión de Santa Ana de Chinarras, Misión de Coyachic, Misión de Tomochi, Misión de Valle de Allende (San Bartolomé), Misión de Julimes y Misión de San Francisco de Conchos.

Después de la expulsión de los jesuitas, los franciscanos asumieron la administración de varias de sus antiguas misiones.

Ambas órdenes dejaron una huella indeleble en Chihuahua. Las misiones se convirtieron en el origen de muchos pueblos actuales, y su arquitectura religiosa —templos de adobe, piedra, con retablos barrocos y pinturas coloniales— es parte esencial del patrimonio cultural del estado.

Además, estas misiones fomentaron la creación de caminos, rutas comerciales y centros productivos, muchos de los cuales siguen activos hoy. Su influencia en la lengua, costumbres y espiritualidad de los pueblos indígenas, especialmente entre los rarámuri, persiste hasta nuestros días.

Aún quedan días de este periodo vacacional de Semana Santa para visitar estas Misiones ubicadas en diversas zonas de nuestro estado.

JERUSALÉN, ROMA Y SANTIAGO DE COMPOSTELA, LOS EJEMPLOS

El privilegio que se tiene de viajar por el mundo y conocer diversas culturas, dejan experiencias imborrables, como no recordar en estas fechas las ciudades de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela. Guardadas las proporciones, estas ciudades y sus servicios para los turistas son sin duda el paradigma, el referente que debemos seguir para articular una estrategia exitosa de turismo religioso y fe.

Datos oficiales del gobierno israelí señalan que, Jerusalén recibe anualmente alrededor de 3.5 millones de turistas. Es la ciudad más visitada de Israel.

Jerusalén es un destino importante para el turismo religioso, con lugares sagrados para cristianos, judíos y musulmanes.

Entre los lugares más visitados en Jerusalén se encuentran la Iglesia del Santo Sepulcro, el Muro de las Lamentaciones y la Mezquita de Al-Aqsa. La ciudad vieja de Jerusalén fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981.

Otro de los destinos preferidos es la ciudad de Roma, que recibe anualmente alrededor de 35 millones de visitantes.

Y en este 2025, que se celebra el Jubileo, se espera romper récord de visitas de turistas. El Coliseo, Foro Romano y Monte Palatino reciben anualmente 1.7 millones de visitas.

El Vaticano recibe anualmente alrededor de 12 millones de visitantes. La Basílica de San Pedro, en particular, recibe alrededor de 18 millones de visitantes al año. Los Museos Vaticanos, que incluyen la Capilla Sixtina, reciben aproximadamente 6.77 millones de visitantes, siendo el segundo museo más visitado del mundo.

Otra ruta preferida de los cristianos es “El Camino de Santiago” que ha cerrado el año 2024 con cifras sin precedentes, consolidándose como una de las rutas de peregrinación más emblemáticas a nivel mundial. La Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela ha emitido 499.239 ‘Compostelas’, certificaciones oficiales que acreditan la realización del Camino, lo que representa un incremento del 12% respecto al año anterior, cuando se entregaron 446.078.

Este notable aumento supera las cifras registradas en años santos anteriores. En 2022, se expidieron 438.000 ‘Compostelas’, mientras que en 2010 la cifra alcanzó las 272.835. Retrocediendo aún más, en 2004, el número no superaba los 180.000. Estos datos reflejan una tendencia al alza en la popularidad del Camino, especialmente tras la recuperación del turismo post-pandemia.

El perfil de los peregrinos ha experimentado cambios significativos. Por primera vez, el 58% de los caminantes provienen del extranjero, consolidando una tendencia iniciada en 2011. Estados Unidos encabeza la lista de nacionalidades extranjeras, seguido de Italia, Alemania, Portugal y Reino Unido. Es notable el incremento de peregrinaciones diocesanas desde Estados Unidos, muchas de ellas lideradas por obispos que repiten la experiencia año tras año.

El Camino Francés mantiene su posición como la ruta más transitada, elegida por casi la mitad de los peregrinos. Sarria, en Lugo, se consolida como el punto de partida más común, con un 32% de las salidas. Las rutas portuguesas también han ganado popularidad, especialmente la vía interior (19%) y la ruta costera (13%). Otros puntos de inicio destacados incluyen Tui (8%), Saint Jean Pied de Port en Francia y Oporto en Portugal. El Camino Inglés concentra algo más del 5% de los peregrinos.

La mayoría de los caminantes (93%) completan la ruta a pie, mientras que un porcentaje menor opta por la bicicleta u otros medios. En términos de edad, el rango mayoritario se sitúa entre los 18 y los 65 años, representando casi el 80% del total. Este amplio espectro de edades demuestra la accesibilidad y el atractivo universal del Camino.

El auge del Camino de Santiago ha tenido un impacto significativo en las economías locales de las regiones que atraviesa. El incremento en el número de peregrinos ha impulsado sectores como la hostelería, restauración y comercio, generando empleo y dinamizando la economía regional. Además, ha fomentado la conservación del patrimonio cultural y natural, así como la promoción de tradiciones locales.

Con las cifras récord alcanzadas en 2024, el Camino de Santiago se reafirma como un fenómeno internacional en constante evolución. La combinación de espiritualidad, aventura y cultura continúa atrayendo a personas de todo el mundo, consolidando su relevancia en el siglo XXI. Las autoridades y comunidades locales se enfrentan al reto de mantener la esencia y sostenibilidad del Camino, asegurando que futuras generaciones puedan disfrutar de esta experiencia única.

Vámonos a Santiago.