Ford acaba de encender las alarmas en la industria automotriz global: decidió suspender su guía financiera para este año. La razón principal son los aranceles impuestos por Estados Unidos, que podrían costarle nada menos que 1,500 millones de dólares en ganancias netas durante 2025.
Este anuncio ha puesto bajo la lupa muchas de sus operaciones internacionales, y entre ellas, destaca una que nos toca de cerca: la planta de motores de Ford en Chihuahua, pieza clave para el gigante automotriz.
¿Qué significa suspender la guía financiera?
Cuando Ford suspende su guía financiera, lo que en realidad está diciendo es: “No sabemos con suficiente certeza cuánto vamos a ganar este año, ni queremos comprometernos a un número frente a inversionistas y analistas.”
En condiciones normales, empresas como Ford publican cada año una estimación de ingresos, utilidades y márgenes que sirve de brújula para inversionistas, proveedores, medios y trabajadores. También marca la pauta interna para decisiones sobre inversiones, contrataciones y producción.
Que Ford decida retirarla es una señal fuerte: el entorno es tan volátil —entre aranceles, inflación, costos de materias primas y cambios en la demanda— que prefieren ser cautelosos antes que tener que dar malas noticias después.
Para la planta de motores en Chihuahua, esto significa incertidumbre: podría haber ajustes en los volúmenes de producción, posibles recortes de inversión y presión para mantener eficiencia máxima. Eso sí, las plantas que logren destacarse por su desempeño, como Chihuahua, tendrán mayores probabilidades de mantenerse fuertes en medio de esta tormenta.
Chihuahua, un gigante que mueve al mundo
La planta de motores de Chihuahua no es cualquier instalación: desde su inauguración en 1983, ha sido clave en la estrategia global de Ford. Actualmente produce más de 1.6 millones de motores al año, incluyendo los Duratec 2.0 y 2.5 litros, el Power Stroke V8 de 6.7 litros diésel, y el eficiente Dragón de tres cilindros, 1.5 litros.
Estos motores no solo impulsan autos en México: se exportan a Estados Unidos, Canadá, Sudamérica, Asia y África. Chihuahua es, sin exagerar, uno de los motores que mueve al mundo en la red de Ford.
El golpe de los aranceles
Los aranceles son básicamente impuestos extra que encarecen los productos que cruzan fronteras. Para Ford, eso significa pagar más por llevar motores fabricados en México hacia su mercado más importante: Estados Unidos. Aunque la compañía ha hecho malabares para reducir el impacto —como usar transportistas con permisos especiales—, todavía enfrenta costos adicionales millonarios.
Para Chihuahua, este contexto representa un desafío enorme: mantener su reputación de eficiencia, optimizar procesos y asegurar que sigue siendo competitiva en costos y calidad.
¿Hay espacio para el optimismo?
La buena noticia es que Ford no ha sido ajeno a invertir en Chihuahua. En los últimos años destinó más de 200 millones de dólares para ampliar operaciones, incluyendo la planta CHEP III, que produce motores de nueva generación. Además, la planta ha sido reconocida globalmente por su calidad y productividad, lo cual puede ser su mejor defensa frente a un entorno complicado.
Un futuro que aún se está escribiendo
El futuro de la planta de Chihuahua dependerá no solo de las decisiones corporativas de Ford, sino también de factores externos: desde las políticas comerciales de Estados Unidos hasta la evolución de la demanda global por autos más eficientes y sostenibles.
Por ahora, el mensaje es claro: vienen tiempos retadores, donde la creatividad, la adaptabilidad y el trabajo en equipo serán claves. Chihuahua ya demostró que puede ser un jugador esencial para Ford; ahora le toca reafirmarlo.