El inicio del sexenio de Claudia Sheinbaum no pintó nada bien para las economías estatales: 25 de los 32 estados de México reportaron caídas en su actividad económica en el último trimestre de 2024, de acuerdo con cifras del INEGI. Y sí, aunque algunos podrían pensar que es “normal” por el cambio de administración, los números no dejan de alarmar.
Entre los estados afectados, Chihuahua registró una baja de -0.61% en el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). Puede que no sea el peor desplome —ese se lo llevó Sinaloa con un durísimo -6.78%—, pero sí es una señal de alerta para una entidad que en los últimos años había sido ejemplo de dinamismo industrial y conexión fronteriza estratégica.
Entonces… ¿qué pasó?
Chihuahua, como otros estados del norte, ha estado lidiando con una mezcla de incertidumbre económica global, presión por la inseguridad, rezagos en infraestructura logística y una posible desaceleración en su sector manufacturero, especialmente en la industria automotriz y de exportación. Sumemos a esto una política fiscal nacional que aún no termina de definir bien sus incentivos para estados productivos, y se complica el panorama.
Además, el entorno político tampoco ayuda. La victoria de Donald Trump en EE.UU. reactivó temores sobre posibles cambios en las reglas del juego del T-MEC, lo que hace que inversionistas se pongan nerviosos y frenen proyectos.
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¿Y el resto del país?
Sinaloa y Tabasco lideran la caída por razones distintas: el primero, golpeado por una ola de inseguridad que ha paralizado actividades clave como el agro y el turismo; el segundo, por una caída en la producción petrolera y el cierre del megaproyecto de Dos Bocas, que había sido una fuente temporal de empleo y movimiento económico.
Este escenario nos plantea un reto mayúsculo: reactivar las economías locales con una estrategia más allá de los grandes proyectos. Hay que hablar de seguridad, innovación, educación técnica y conectividad logística real.
México tiene regiones con todo el potencial para despegar, pero necesita coordinación entre los tres niveles de gobierno, el sector privado y las comunidades. Y sobre todo, necesita un rumbo claro que inspire confianza y que sea sostenible.
Conclusión rápida para los que solo leen el final: Chihuahua cayó, pero no está sola. México entero necesita reenfocar su política económica territorial. Y no, no es solo culpa del gobierno entrante —aunque sí es su responsabilidad cambiar la narrativa y los resultados.