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¿Castigo por ser solidario? el drama detrás del impuesto a las remesas

Por Jorge Cruz Camberos

Imagina esto: trabajas duro en Estados Unidos, te partes el lomo para mandar unos dólares a tu familia en Chihuahua. Cada centavo cuenta. Y de pronto, ¡bam! El gobierno gringo quiere cobrarte un 5% de impuesto solo por enviarles dinero. Sí, como si ayudar a tu mamá fuera un lujo.

Suena a meme, pero no lo es

En 2024, México rompió récord en remesas: más de 64 mil millones de dólares. Chihuahua, por ejemplo, recibió más de 1,400 millones. Ese dinero no llega a grandes empresas ni a oficinas del gobierno. Va directo a manos de familias trabajadoras: madres solteras, adultos mayores, jóvenes que estudian, pequeños emprendedores. Gente común, en barrios comunes, sosteniendo su vida gracias a ese esfuerzo que viene de lejos.

El impuesto del 5%, propuesto por congresistas en Estados Unidos, no distingue entre un mexicano residente, un turista o alguien en situación migratoria irregular. ¿Mandas dinero a través de un banco o una app? Te clavan el impuesto. ¿Usas servicios como Western Union o Barri? También. ¿Y los estadounidenses? Ellos no pagan nada. ¿Es justo? Tú dime.

Este impuesto no únicamente es injusto: es inhumano. Significa menos dinero para pagar medicinas, escuelas, rentas. Menos inversión en comunidades que ya enfrentan desafíos enormes. Y más barreras para quienes, desde lejos, siguen construyendo el país.

Las remesas no son un lujo. Son una tabla de salvación, para millones. Y sí, también para el desarrollo económico local, porque ese dinero se queda aquí: se gasta en tienditas, en transporte, en servicios, en empleo.

Cobrar un impuesto del 5% por mandar remesas es como ponerle tarifa a la solidaridad.