Por Jorge Cruz Camberos
Mientras los titulares del mundo se concentran en los ataques a Irán, aquí en México la noticia parece lejana. Pero no lo es. Lo que está ocurriendo no es sólo un conflicto puntual, sino parte de una nueva guerra silenciosa: una lucha global entre países que apuestan por la apertura, la tecnología y la cooperación, y otros que se cierran, se aíslan y responden con fuerza militar. Y en ese tablero, México no puede quedarse en la banca.
Un mundo dividido… ¿y nosotros?
El conflicto entre Estados Unidos e Irán no es únicamente militar, también es simbólico. Es un mensaje: en un mundo cada vez más polarizado, las empresas, las inversiones y los gobiernos tienen que decidir con quién alinearse. Y eso nos obliga a preguntarnos: ¿qué señales estamos enviando como país?
Hoy, más que nunca, el mundo está poniendo lupa sobre sus socios. Las decisiones diplomáticas, los discursos oficiales y hasta las omisiones, mandan mensajes. Y esos mensajes pesan cuando se trata de atraer inversiones, generar empleo o integrarse a cadenas globales de valor.
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Chihuahua y el norte: oportunidad o riesgo
La buena noticia es que el norte de México —y en especial Chihuahua— está bien posicionado para capitalizar este momento.
• Somos frontera con el mayor consumidor del mundo.
• Tenemos talento técnico joven y capacitado.
• Existe un ecosistema industrial maduro que va desde manufactura básica hasta sectores de alta tecnología como el aeroespacial.
En un contexto donde las empresas buscan relocalizar su producción fuera de zonas conflictivas o políticamente inestables, regiones como la nuestra tienen una ventaja estratégica. Pero esa ventaja solo se concreta si el país proyecta estabilidad, certidumbre y apertura al mundo.
Lo que nos toca
No está en nuestras manos lo que pase entre grandes potencias. Pero sí está en nuestras manos construir una región competitiva, preparada y bien conectada. Lo que pase en Irán puede parecer lejano, pero sus efectos se sentirán aquí: en decisiones de inversión, en tratados, en confianza.
Chihuahua puede ser el rostro de un México moderno, confiable y con visión global. Y si lo hacemos bien, lo que hoy es una crisis allá, puede convertirse en desarrollo acá.