Antes mandábamos caritas felices. Luego vinieron los emojis que lloraban de risa. Pero un día llegaron ellos: los stickers, esos pequeños personajes que lo dicen todo sin decir una palabra. Hoy están en WhatsApp, Telegram, Instagram, Messenger y básicamente en cada esquina de nuestra vida digital. Pero… ¿de dónde salieron y por qué no podemos dejar de usarlos?
De los foros a tu grupo de la familia
Los stickers no nacieron en WhatsApp ni en Telegram. Su origen se remonta a las apps de mensajería asiáticas como LINE y KakaoTalk, que en los 2010s ya ofrecían paquetes de stickers con personajes animados y reacciones que los emojis no alcanzaban a expresar. La idea fue tan buena que pronto se volvió parte de la identidad de estas plataformas… y también de su modelo de negocio.
En poco tiempo, empresas como LINE comenzaron a vender paquetes de stickers personalizados, muchos creados por artistas independientes. Esto abrió la puerta a un fenómeno global: comunicación + creatividad + comercio. Boom.
¿Por qué los usamos tanto?
Porque un sticker puede decir lo que tú no sabes cómo poner en palabras: “te estoy viendo”, “ni lo intentes”, “yo solo vine por el chisme”, “¿ya comiste?” o simplemente un “jajaja” pero más divertido.
Además, tienen personalidad. Pueden ser tiernos, irónicos, absurdos, sarcásticos o simplemente graciosos. Y como no tienen reglas, cada quien arma su colección según su estilo. De hecho, el 72% de los usuarios de WhatsApp usa stickers semanalmente, según datos de Meta, y más del 40% los prefiere sobre los emojis cuando quieren expresar emociones más complejas o memes más elaborados.
¿Y qué tanto dinero mueven?
Aunque muchos paquetes son gratuitos, el negocio de los stickers es real. LINE, por ejemplo, generó más de 270 millones de dólares en ventas solo por stickers en 2021. Telegram permite que diseñadores y marcas creen y moneticen sus propios paquetes. Incluso WhatsApp permite crear stickers personalizados que, aunque no se venden directamente, sirven como herramienta de marketing y branding.
Algunas marcas los han usado con mucho ingenio: desde promociones de películas hasta campañas políticas, pasando por stickers de taquerías, universidades o influencers que se convierten en mini memes virales.
Del meme al marketing
Hoy los stickers no solo son una forma de expresión. También son una herramienta de comunidad y marca. Marcas como Starbucks, Netflix o Nike han lanzado sus propios paquetes para conectar con públicos jóvenes en un idioma visual y divertido.
Además, los creadores independientes han encontrado un espacio para generar ingresos y visibilidad. Hay quienes venden paquetes en línea, hacen encargos personalizados o colaboran con marcas. Y con herramientas como Sticker.ly, Canva o los mismos editores de WhatsApp, cualquiera puede crear los suyos.
En resumen: lo que empezó como un complemento de la conversación, ahora es parte de nuestro lenguaje, de nuestra cultura pop digital… y de un mercado que sigue creciendo.