El dólar estadounidense mantiene su papel de moneda de reserva global, pero su dominio comienza a mostrar grietas ante cambios económicos, políticos y geopolíticos. Actualmente, el dólar participa en casi nueve de cada diez transacciones de divisas y representa cerca del 60% de las reservas internacionales, lo que ha permitido a Washington financiar déficit y a los consumidores gastar más de lo que generan. Este poder ha sido un pilar del sistema financiero global desde la Segunda Guerra Mundial.
Factores que debilitan la confianza en el dólar
La confianza en la moneda verde se ha debilitado por varios frentes. Las sanciones impuestas a Rusia en 2022 generaron la primera ola de diversificación de reservas, demostrando que incluso economías profundas en mercados globales de petróleo pueden ser “excluidas”. Además, la inflación creciente y el deterioro fiscal han sumado dudas sobre la excepcionalidad económica de EE. UU. La política de aranceles impulsada por la administración Trump provocó volatilidad en el dólar y en los bonos del Tesoro, con el índice del dólar cayendo más del 10% en la primera mitad del año, la peor caída desde 1973.
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Búsqueda de alternativas y diversificación
Ante estas señales, bancos, corredores de bolsa y grandes familias asiáticas han buscado diversificar su exposición al dólar. Países del BRICS, Europa y China avanzan en alternativas para pagos transfronterizos. Incluso se exploran refugios como oro, criptomonedas y stablecoins, aunque el oro es poco práctico para transacciones y las criptomonedas aún no cuentan con la confianza global necesaria. Algunas stablecoins, al estar vinculadas al dólar, terminan reforzando su dominio más que desafiándolo.
Hacia un mundo multimoneda
El escenario más probable es un mundo multimoneda, donde el dólar seguirá siendo dominante pero otras monedas jugarán un rol más relevante. Esto no implica un colapso total, pero sí una competencia creciente que afectará tanto a la economía estadounidense como a su influencia global.
Impactos económicos internos
Con un dólar menos hegemónico, EE. UU. podría enfrentar tasas de interés más altas, mayores costos de financiamiento gubernamental y un impacto directo en la riqueza de los hogares. Créditos hipotecarios más caros reducirían el consumo en bienes y servicios, y la necesidad de ajustar el déficit presupuestario podría limitar gastos en investigación, desarrollo y redes de seguridad social.
Impactos geopolíticos
La capacidad de EE. UU. para aplicar sanciones económicas perdería fuerza. Mantener bases militares en el exterior se volvería más costoso, y el control sobre los flujos financieros internacionales sería más limitado. Como explica Josh Lipsky, del Atlantic Council:
“La propiedad del activo de reserva significa crédito más barato para estadounidenses y gobierno; eso es lo que está en riesgo.”
Erosión de la confianza por políticas internas
La administración Trump ha enviado señales contradictorias sobre la política monetaria, trasladando autoridad ejecutiva a agencias independientes, desafiando a tribunales y sin mostrar preocupación por la deuda récord. Todo esto socava la credibilidad del dólar como moneda global confiable.
Lecciones del pasado
El dólar ha enfrentado crisis antes: en 1971 con la ruptura del patrón oro, y durante la crisis financiera de los 2000, cuando China cuestionó su papel como columna vertebral del sistema monetario global. La diferencia hoy es que nunca antes varias monedas fiduciarias han competido simultáneamente por influencia, lo que puede generar inestabilidad en mercados y cadenas de suministro.
El dólar no desaparecerá, pero su reinado ya no es intocable. La competencia creciente en un mundo multipolar tendrá efectos impredecibles tanto en la economía estadounidense como en el comercio global, obligando a EE. UU. a manejar con cuidado su política fiscal, monetaria y su credibilidad internacional.