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Movilidad social: el verdadero rostro de la paz

Por Jorge Rodrigo Cruz Camberos

En México hablamos mucho de pobreza, pero poco de movilidad social, que es, en realidad, el rostro más claro de la paz social. Mientras una persona pueda aspirar a mejorar su condición de vida con base en su esfuerzo, talento y educación, habrá esperanza. Cuando esa posibilidad se cierra, cuando el origen determina el destino, la frustración se convierte en enojo, y el enojo en división.

El Centro de Estudios Espinosa Yglesias lo dejó claro en su más reciente estudio: 73 de cada 100 mexicanos que nacen en pobreza no logran superarla. Y aun así, 13.5 millones de personas salieron de esa condición en los últimos años. Eso significa que sí se puede; el reto es consolidarlo y hacerlo sostenible.

Educación y formación técnica: la nueva escalera social

Si queremos movilidad, hay que cambiar el enfoque de nuestras políticas públicas y también de nuestras prioridades personales. En lo individual, debemos apostarle a la educación —y no sólo a los títulos universitarios— sino a las competencias técnicas y al dominio del inglés, que son las llaves del empleo bien remunerado en la economía que hoy se construye en el norte del país.

En Chihuahua, la industria de exportación nos da una ventaja única. Tenemos la oportunidad de alinear la educación técnica con las necesidades reales de la industria, de manera que los jóvenes no estudien para buscar empleo, sino para ser parte del motor productivo local desde su formación.

PYMES: la columna vertebral olvidada

Pero la movilidad social no sólo pasa por la educación, también por las oportunidades de emprendimiento.
México necesita una Ley de Desarrollo de PYMES, que deje de tratar a las pequeñas empresas como un sector asistido y las vea como lo que son: el principal generador de empleo.

Hay que “desatorar” a miles de pequeños negocios que hoy están atrapados en trámites, falta de crédito o regulaciones obsoletas, y darles la posibilidad de crecer y convertirse en medianas empresas. Cada negocio que sube un escalón, multiplica empleos, aumenta ingresos y genera más movilidad social.

Una ciudad que inspire y retenga talento

Y hay un tercer ingrediente que no se suele poner sobre la mesa: el entorno urbano. Para que la movilidad social sea real, nuestras ciudades deben ser atractivas, seguras, limpias, con cultura, deporte y espacios públicos donde las familias quieran quedarse. Una ciudad que genera orgullo y arraigo no sólo retiene talento, también atrae inversión.

La movilidad social no es una estadística, es una decisión colectiva. Depende de gobiernos que inviertan en educación de calidad y política industrial inteligente; de empresarios que abran oportunidades de crecimiento real dentro de sus organizaciones; y de ciudadanos que crean en el valor del esfuerzo y del mérito.

Mientras haya movilidad, habrá esperanza. Y mientras haya esperanza, habrá paz.