Todo comenzó con un reto de salud. A Verónica Muñoz Díaz le dijeron que no podría volver a trabajar por al menos cinco años tras una cirugía complicada. Pero en lugar de rendirse, encontró una oportunidad. Pidió un préstamo, compró ropa y comenzó a vender desde casa. “Eso me orilló, dije: ¿qué hago? ¿qué hago?”, cuenta. Así nació su primer paso como emprendedora.
En su camino, se enteró del Centro de Capacitación de Desarrollo Humano y Género (CCDH) para emprendedores y sin pensarlo se anotó. “Yo vendía a lo tonto y a lo loco”, dice entre risas, “ahí me enseñaron todo: a poner precios, tratar al cliente, analizar qué necesita la colonia”.
En ese proceso, además escuchó sobre el Centro que apoyaba a mujeres para emprender. Primero pensó que no calificaría, pero una hija suya la animó a asistir a una junta informativa. “Me senté hasta mero atrás, escuché toda la plática y al final me acerqué con la señorita Mari González. Ella me orientó, me animó y me inscribí.” Esa decisión lo cambió todo.
Diversificar fue la clave: ropa, abarrotes, papelería y… ¡burritos!
Verónica comenzó con ropa, pero su negocio no se quedó ahí. Los mismos vecinos empezaron a pedirle papitas, sodas, cuadernos… y ella escuchó. Poco a poco, fue agregando productos hasta que un nuevo cliente inesperado le dio otra gran idea: los ladrilleros de la zona llegaban hambrientos. “No traemos lonche”, le decían. Así que comenzó a venderles burritos caseros: de frijol, con carnita, con lo que hubiera.
“¡A las 12 del día ya no tengo ni uno!”, cuenta emocionada. Hoy, su tienda tiene de todo: ropa para fiesta, cuadernos para los niños, dulces, refrescos, papel de baño y burritos calientes.
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De no tener casa a construirla con su propio esfuerzo
Emprender no sólo le dio estabilidad económica, también le cambió la vida. Tras divorciarse y quedarse sin casa, Verónica empezó de cero. Hoy, gracias a su negocio, ya echó su primer losa y planea seguir creciendo. “Incluso ya compré un carrito para mis burritos”, nos dice con orgullo. Su sueño es tener cada parte del negocio bien organizada: una zona para ropa, otra para abarrotes y otra para comida.
La comunidad también se ha fortalecido con su ejemplo. Otras mujeres la ven como inspiración. “Tengo amigas que también empezaron a vender burritos, andan bien animadas”, dice. Y cada vez son más quienes, como ella, descubren que es posible salir adelante.
“Que no tengan miedo”: el consejo de Verónica a otras mujeres
Para Verónica, lo más importante es perder el miedo. “Porque el miedo nos detiene”, afirma. Y no sólo eso: recomienda acercarse a los espacios de apoyo como el Centro de Capacitación. “Ahí no importa si eres pobre, rico, morenito o güerito, ahí te apoyan de verdad”, asegura.
Hoy, Verónica es una mujer que se siente llena. Llena de propósito, de fuerza, de metas. “Ahora que tengo mi propio negocio, me llena todo lo que hago”, dice. Desde los burritos, hasta los arreglos florales y de peluche para fechas especiales, Verónica ha convertido su esfuerzo en una fuente constante de orgullo, estabilidad y crecimiento.