En un país donde casi 98 millones de personas se identifican como católicas, las velas y veladoras no son solo un producto: son parte de la vida diaria, de las tradiciones familiares y, sobre todo, de la fe. Desde las velitas de té que se prenden entre semana, hasta los cirios pascuales que acompañan celebraciones religiosas, la industria detrás de estas flamas mueve más de lo que imaginamos.
Según datos del INEGI, en 2024 el mercado mexicano de velas y veladoras alcanzó ventas por $7,500 millones de pesos. Un sector fragmentado, donde conviven talleres que operan desde una cochera con gigantes como Aramo o Productos Parafínicos San Valentín, capaces de distribuir a nivel nacional. Es un mercado que crece por tradición, por devoción y por una cadena de consumo profundamente arraigada en lo cotidiano.
Aun así, la cifra permite dimensionar lo que representa esta industria frente a otras. Por ejemplo, Rotoplas facturó $11,200 millones de pesos en 2024, casi 50% más, destacando lo competitivo que es abrirse espacio en un mercado industrial donde las marcas de consumo masivo luchan por cada punto de distribución.
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Pero el valor de esta industria no solo está en su tamaño, sino en su resiliencia. Mientras muchas categorías fluctúan con tendencias o crisis, las veladoras mantienen un uso constante durante todo el año: en hogares, templos, ofrendas, rituales, negocios y celebraciones religiosas. Octubre suele ser el pico de ventas gracias a Día de Muertos, pero el consumo permanece encendido los 12 meses.
Lo interesante es que, aunque la devoción religiosa sigue dominando la demanda, nuevas tendencias comienzan a modificar el panorama. Las velas aromáticas —ligadas a bienestar, decoración y autocuidado— crecen en México impulsadas por redes sociales, y marcas emergentes como Flamell, Nook & Scent y Aromaria ya empiezan a capturar a un consumidor más joven y aspiracional.
El resultado es una industria que, aunque pequeña frente a gigantes del consumo, tiene una característica única: su demanda está arraigada a la identidad, la tradición y la espiritualidad mexicana. Mientras haya una mano que encienda una vela para pedir, agradecer o recordar, este negocio seguirá vivo.

















