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Lecciones desde Argentina: cuando la gente se harta, el sistema tiembla

Por Jorge Cruz

En Argentina acaba de pasar algo que muchos pensaban imposible: el país que más veces ha tropezado con su propia economía, decidió volver a intentarlo, pero esta vez apostando por un “outsider” con motosierra. Javier Milei y su partido lograron una victoria aplastante, y los mercados —sí, esos que huelen el miedo mejor que nadie— lo celebraron con una de las subidas más grandes en años.

Más allá del show político, hay que entender lo que esto significa para México.

  1. La gente ya no quiere discursos, quiere resultados

Los argentinos no votaron por Milei por amor al liberalismo extremo, sino por hartazgo. Se cansaron de la inflación, de la corrupción y de los mismos apellidos en el poder.
¿Te suena familiar? En México también hay una generación que siente que nada cambia, que trabaja más, gana igual y vive peor. El mensaje es claro: cuando la política no da respuestas, la gente busca alternativas, incluso las más radicales.

  1. El mercado sí escucha la confianza

Apenas se confirmó la victoria, las acciones argentinas volaron y el peso argentino se fortaleció. No porque haya milagros, sino porque la confianza vale más que mil discursos.
En México necesitamos lo mismo: gobiernos locales y líderes que generen certidumbre, que impulsen inversión, empleo y oportunidades. Si hay confianza, llega el dinero. Así de simple.

  1. Ganar no es gobernar

Milei puede gritar “libertad, carajo” todo lo que quiera, pero ahora debe gobernar con instituciones débiles y un Congreso dividido.
La lección: los cambios reales no se decretan, se construyen. En México necesitamos líderes con energía de cambio, pero con capacidad de sumar, negociar y ejecutar. La gobernabilidad no se improvisa.

  1. La nueva política es emocional

Milei entendió algo que muchos políticos no: la gente vota con el estómago, no con Excel. Supo convertir su enojo en un movimiento, y su movimiento en una identidad.
En Chihuahua y en todo México, el nuevo liderazgo pasa por conectar con las emociones: esperanza, orgullo, ganas de mejorar. La política que no inspira, muere.

  1. No hay cambio sin territorio

Aunque Milei perdió en varias provincias, ganó a nivel nacional. ¿Por qué? Porque su mensaje viajó por redes, por la calle y por el hartazgo. En México eso significa salir del círculo cómodo, bajar a las colonias, hablar con los jóvenes, escuchar a los emprendedores y caminar con los deportistas. El cambio empieza en la banqueta.

Argentina nos recordó que cuando la sociedad se cansa, las urnas se convierten en catarsis. Pero también que la verdadera transformación no se grita: se planea, se ejecuta y se mide.

México está a tiempo de hacerlo bien: con liderazgo, con visión y con una nueva generación dispuesta a romper el molde.