México enfrenta un dilema: continuar atrapado en un centralismo ineficiente o construir un federalismo real que permita a las regiones prosperar. Aunque nuestra Constitución habla de una república federal, en la práctica vivimos bajo un presidencialismo centralista que concentra recursos, poder y decisiones.
El resultado: crecimiento económico mediocre (menos de 3% en promedio por tres décadas), servicios públicos colapsados y un país donde la riqueza de unas regiones se diluye en subsidios improductivos.
La solución no está en dividirnos, sino en rediseñar México como un país de siete regiones fuertes y autónomas, capaces de competir, innovar y cooperar bajo un marco común.
Principios rectores del nuevo federalismo
• La libertad económica es la base del progreso.
• El Estado debe ser árbitro, no jugador.
• El mercado es más eficiente que la burocracia en asignar recursos.
• Cada región debe vivir de lo que produce, sin subsidios que destruyan incentivos.
• La competencia entre regiones eleva el nivel de todos.
El modelo de siete regiones
1. Norte industrial y energético – Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango.
2. Bajío productivo – Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas.
3. Occidente innovador – Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán.
4. Centro capital – CDMX, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Puebla.
5. Sur agrícola y turístico – Oaxaca, Chiapas, Guerrero.
6. Sureste energético y logístico – Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tabasco, Veracruz.
7. Noroeste marítimo y agroindustrial – Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa.
Cada región con autonomía fiscal, administrativa y social, manteniendo una aportación justa a la federación para defensa, relaciones exteriores y cohesión nacional.
Autonomía y responsabilidades regionales
1. Recaudación fiscal propia
• Impuestos recaudados en cada región permanecen ahí.
• Un porcentaje fijo (no discrecional) se destina a la federación.
2. Sistemas sociales adaptados a la realidad
• Salud gestionada por las regiones con estándares de calidad.
• Pensiones sostenibles y portables entre regiones.
• Vivienda y urbanismo con políticas locales según demografía y crecimiento.
3. Educación y talento
• Planes regionales ligados a vocaciones productivas (tecnología en occidente, manufactura en el norte, turismo en el sureste).
• Universidades públicas con financiamiento regional y alianzas internacionales.
4. Seguridad y justicia
• Policía y fiscalías regionales con autonomía real.
• Coordinación nacional solo para delincuencia organizada transregional.
5. Infraestructura y energía
• Regiones deciden inversión en carreteras, trenes, puertos y aeropuertos.
• Energía y agua gestionadas con visión local, fomentando la transición ordenada hacia renovables.
6. Innovación y desarrollo económico
• Fondos regionales de capital de riesgo.
• Incentivos fiscales propios para atraer nearshoring.
• Competencia positiva entre regiones para atraer inversión global.
Beneficios de un federalismo real
• Crecimiento sostenido arriba del 5%.
Friedman Hayek (1899-1992) lo diría claro: con incentivos correctos, la productividad se dispara.
• Competencia positiva.
Hayek enseñó que la información y el conocimiento están dispersos; las regiones son quienes saben qué funciona en su territorio.
• Un Estado limitado y justo.
Bastiat advertía contra el “saqueo legal”: cada región debe evitar el subsidio improductivo y garantizar que el Estado sirva, no robe.
• Unidad en la diversidad.
Lejos de fragmentar, siete regiones fuertes construyen un México más sólido, como en Alemania, Canadá o Estados Unidos.
México necesita un nuevo contrato federal, no más discursos. La única manera de romper con décadas de estancamiento es dar a las regiones la libertad, la responsabilidad y los incentivos para crecer.
Un país de siete regiones autónomas pero unidas es la ruta hacia el México que soñamos: competitivo, innovador, justo y con crecimiento sostenido.