Por Jorge Cruz Camberos
Imaginemos por un momento que Chihuahua capital es como una planta. No cualquier planta: una que crece con sol, tierra fértil y cuidado, pero que también necesita podarse, moverse de lugar o abonarse para florecer realmente. Así es el crecimiento económico cuando lo vemos desde la óptica del más reciente Nobel de Economía: no se trata de esperar que la riqueza caiga como lluvia, sino de crear las condiciones para que algo nuevo brote.
Lo que premiaron los economistas Philippe Aghion, Peter Howitt y colegas no es una fórmula mágica, sino una verdad potente: la innovación es el motor más poderoso del crecimiento. Pero no cualquier innovación: aquella que nace del cambio, del riesgo, de dejar atrás lo que ya no funciona para construir algo mejor. A eso le llaman “destrucción creativa”.
Chihuahua: ¿esperar o transformar?
La ciudad tiene mucho a su favor: ubicación privilegiada, gente trabajadora, tejido industrial y una generación joven con hambre de construir futuro. Pero si algo hemos aprendido del Nobel es que esas ventajas no bastan si no se acompañan de voluntad para cambiar, para sacudir inercias, para innovar.
El reto está en dejar de pensar que el desarrollo nos va a llegar por arrastre y empezar a crear nuestros propios motores. Aquí tres claves que vale la pena poner sobre la mesa:
1. Chihuahua necesita un ecosistema que respire innovación
No basta con tener universidades, maquilas y oficinas de gobierno. Hace falta conexión real entre esos mundos. Que la academia dialogue con la industria. Que el gobierno escuche a los emprendedores. Que la inversión se oriente a talento, ciencia y tecnología, no sólo a infraestructura.
¿Qué significa eso en la práctica?
• Parques tecnológicos con vida real, no sólo edificios bonitos.
• Apoyo a startups más allá de concursos: financiamiento, mentoría, mercado.
• Que exportemos conocimiento, no sólo productos terminados.
2. Sin adaptación, no hay futuro
El crecimiento no es cómodo. Requiere cambiar procesos, modernizar industrias, abandonar prácticas caducas. La innovación no siempre viene en forma de apps, a veces es tan simple como mejorar cómo atendemos un trámite, cómo capacitamos a un obrero o cómo usamos datos para tomar decisiones.
En Chihuahua, eso implica:
• Reconversión de sectores industriales hacia tecnologías limpias y digitales.
• Programas de capacitación laboral adaptados al nuevo mercado.
• Apertura al cambio desde lo público: menos excusas, más soluciones.
3. Libertad para emprender, pero con responsabilidad
La economía florece cuando hay competencia real, cuando cualquier persona puede emprender sin ahogarse en trámites o falta de oportunidades. Pero también cuando ese crecimiento es justo, sostenible y le llega a todos.
¿Cómo se ve eso aquí?
• Simplificar la vida a quienes quieren abrir o hacer crecer su negocio.
• Fomentar cadenas productivas donde las pymes no solo sobrevivan, sino prosperen.
• Invertir en movilidad, educación, espacios públicos y servicios como parte del desarrollo económico, no como temas aparte.
Conclusión: no se trata de crecer, sino de florecer
Si Chihuahua quiere ser una ciudad del siglo XXI, no puede seguir operando con mentalidad del siglo XX. Lo que nos dice el Nobel de Economía es claro: la innovación no ocurre por accidente. Se cultiva. Se protege. Se estimula. Y cuando se hace bien, transforma.
Tenemos las condiciones. Tenemos el talento. Lo que falta es decisión. Y un poco más de valor para dejar atrás lo que ya no funciona, aunque nos dé miedo.
Porque al final, la verdadera “destrucción creativa” no arrasa: abre camino a lo que todavía no hemos imaginado.















                                    

