La nueva guerra fría no es tan fría… pero sí nos salpica.
La administración de Trump está reescribiendo el guión de la influencia global de Estados Unidos. Ya no se trata de ayuda humanitaria, intercambios estudiantiles o cooperación internacional; ahora todo gira en torno a acuerdos comerciales, tarifas, y una visión de “primero lo mío”. Mientras tanto, China avanza, no tanto con tanques o discursos, sino con hospitales, carreteras y préstamos blandos en África, Asia y América Latina. Sí, también aquí.
Pero… ¿cómo nos pega esto en México? ¿Y qué pinta Chihuahua en todo esto? Mucho más de lo que parece.
Menos “soft power”, más incertidumbre
Lo que está dejando de hacer EE. UU. —como promover educación, derechos humanos o energías limpias— abre la puerta para que China entre con su estilo: pragmático, menos exigente y con billete en mano. Eso puede sonar bien si lo ves desde una obra pública que necesita financiamiento, pero también tiene su lado oscuro: contratos opacos, dependencia tecnológica y nula presión por mejorar en democracia o transparencia.
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México: atrapado entre gigantes
Para México, el reto es enorme: somos vecinos y socios de EE. UU., pero China es ya nuestro segundo socio comercial. El problema es que si Trump sigue tensando la cuerda con ambos, nos puede dejar en medio de una pelea ajena pero con costos reales: menos inversión, volatilidad en el tipo de cambio, y decisiones difíciles sobre con quién hacer negocios y en qué términos.
Chihuahua: ¿oportunidad o desventaja?
En Chihuahua, una región clave para la manufactura y el nearshoring, esta disputa global puede ser un arma de doble filo:
• Oportunidad: Si EE. UU. busca depender menos de China, puede relocalizar procesos en zonas como Juárez, Delicias o Chihuahua capital. Eso significa empleos, tecnología y crecimiento económico local.
• Desventaja: Si se calienta la tensión comercial, podríamos ver represalias que afecten nuestras exportaciones o insumos chinos más caros, lo que impactaría directamente a las maquilas, el agroindustria y la construcción.
Entonces… ¿qué hacer?
Este es el momento para que México —y estados como Chihuahua— jueguen con inteligencia estratégica. No se trata de elegir bando, sino de fortalecer nuestra competitividad, exigir transparencia en las inversiones extranjeras y apostar por el talento local.
Si tienes una pyme, estás emprendiendo o trabajas en una empresa que exporta, es clave estar al tanto de estos movimientos. Lo global ya no es cosa de diplomáticos: ahora nos toca a nosotros entender el juego.
¿Tú qué opinas? ¿Deberíamos acercarnos más a China, resistir con EE. UU. o jugar de árbitros? Escríbenos o súmate a la conversación en nuestras redes.

















