Jorge Cruz Camberos
Ciudad Juárez no se cae. Pero sí está tambaleando. Y los datos lo dicen sin rodeos: en marzo de 2023 alcanzamos el pico de empleos formales con más de 518 mil trabajadores asegurados. Hoy, estamos casi 30 mil abajo. Las empresas no han desaparecido, pero operan con menos gente. Hay menos manos en la línea de producción, menos sueldos corriendo por la ciudad y, por tanto, menos movimiento económico.
El dato oficial de enero de 2025 apenas nos sube a 490 mil empleos, luego de tocar fondo en diciembre. Pero esa pequeña alza no alcanza a ocultar el hecho de que Juárez está perdiendo tracción.
Muchos dicen que es por el aumento al salario mínimo. Subió 110% en cinco años y eso, sin duda, ha puesto presión sobre muchas industrias, sobre todo las intensivas en mano de obra. Pero el verdadero golpe viene de otro lado.
La tormenta perfecta en la frontera
La industria en Juárez enfrenta una combinación de factores que ni el mejor ingeniero industrial podría optimizar:
Rotación de personal por los cielos: Con tasas mensuales de más del 10%, las empresas gastan más en capacitar que en producir. El talento se mueve, se agota o se va.
Un peso más fuerte que nuestra narrativa: Aunque muchos celebran la solidez de nuestra moneda, la revaluación ha encarecido nuestra mano de obra. Y en un mercado global, cada centavo cuenta.
Sistema fiscal complicado y poco competitivo: A pesar de estar en zona fronteriza, los estímulos fiscales no alcanzan. ISR parcial, IVA que no se puede acreditar en compras locales y una administración tributaria que desgasta más que ayuda.
Y viene más: La reforma laboral que busca reducir la jornada de 48 a 40 horas podría duplicar el problema. No se trata de no pagar más, se trata de cómo hacerlo sostenible.
Mientras nosotros resolvemos si subimos el salario o bajamos la productividad, otros países nos rebasan con el intermitente prendido. Honduras, por ejemplo, ya ofrece parques industriales con cero impuestos, baja rotación y costos energéticos más competitivos. Su Green Valley Hub se está vendiendo como el nuevo paraíso manufacturero, y sí, ya hay empresas mexicanas escuchando ofertas.
¿Y Trump?
Sí, el expresidente gringo volvió a sacar la carta de los aranceles, amenazando con castigar autos fabricados fuera de EE. UU. Claro que eso mete ruido. Pero no es el problema de fondo. El verdadero reto no está en Washington ni en Tegucigalpa. Está aquí, en Juárez, en cómo planeamos nuestro futuro.
¿Qué sigue?
Lo que sigue es elegir si queremos ser la ciudad del “antes aquí había mucho trabajo” o la de “aquí se reinventa el modelo industrial de México”.
Necesitamos una revolución de talento: que las universidades formen en lo que la industria va a necesitar mañana, no en lo que ya está caducando hoy.
Un plan fiscal local competitivo: que realmente incentive quedarse, invertir y crecer en Juárez.
Y una nueva narrativa: dejar de competir únicamente por quién paga menos y empezar a competir por quién ofrece más valor.
Porque Juárez no se hizo grande por ser barato. Se hizo grande por ser estratégica, ágil y valiente. Y ese espíritu todavía está aquí. Únicamente necesita despertarse.
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¿Qué vamos a hacer por Juárez?
Es momento de que cada actor clave se sacuda la comodidad y asuma su parte del juego.
Al Gobierno Federal, le toca dejar de ver a la frontera como caja registradora y empezar a verla como motor estratégico. Necesitamos estímulos fiscales reales, infraestructura logística moderna y reglas laborales pensadas para crecer, no sólo para cumplir.
Al Gobierno Estatal, le toca articular una política industrial de nueva generación. Una que diversifique la economía, conecte a la academia con la planta productiva, y defienda con firmeza las ventajas de Juárez ante cualquier inversor, nacional o extranjero.
A los gobiernos municipales, les toca cuidar el entorno: seguridad, movilidad, vivienda digna. Porque una ciudad que no se vive bien, no se puede vender bien.
A los empresarios, les toca apostarle no sólo al margen, sino al futuro. Invertir en talento, innovación y valor agregado. La maquila nos trajo hasta aquí, pero no nos va a llevar al siguiente nivel si no evoluciona.
Y a la sociedad, le toca exigir con visión, participar con propuestas, y dejar de normalizar la mediocridad. Esta ciudad ha demostrado mil veces que sabe resistir. Ahora tiene que demostrar que también sabe reinventarse.
Porque Juárez no puede vivir de su historia. Tiene que escribir la próxima gran historia. Y eso, sólo lo vamos a lograr si todos jalamos parejo. Ahora.