Por Jorge Cruz Camberos
Hay momentos en los que una decisión bien tomada puede cambiar el rumbo de un territorio. La apuesta por traer el Ultra Trail Mont Blanc (UTMB) a la Sierra Tarahumara fue una de esas jugadas maestras que logran mucho más que un evento deportivo: fue una declaración de identidad, una invitación al mundo a mirar hacia Chihuahua y descubrir un lugar donde la naturaleza, la resistencia y el alma humana corren al mismo ritmo.
En esta edición del Chihuahua by UTMB, los corredores rarámuri Mauro Martín Quimare, de Batopilas, y Reyes Giltro, de Guachochi, hicieron historia al conquistar el segundo y tercer lugar en las 100 Millas, solo detrás del canadiense Victor LaRoque. Ambos ganaron su pase a la gran final mundial que se celebrará en Chamonix, Francia, y con ello, colocaron nuevamente el nombre de Chihuahua en la conversación global del deporte de montaña.
Pero más allá del podio, este evento nos dejó una enseñanza invaluable: cuando se confía en el talento local y se proyecta con visión internacional, el resultado trasciende fronteras.
Un éxito que necesita continuidad
La alianza con Montblanc y el circuito UTMB no fue una casualidad. Fue una decisión estratégica impulsada por el titular de la Secretaría de Turismo, Edibray Gómez, quien ha sabido entender que el turismo no se construye solo con infraestructura, sino con propósito. Su gestión ha logrado posicionar a Chihuahua en el mapa de los grandes eventos internacionales, abriendo oportunidades para que la economía local y las comunidades de la Sierra se integren en una dinámica global de desarrollo sostenible. Sin embargo, el reto apenas comienza.
La Secretaría de Turismo debe entender que este tipo de eventos no solo son competencias; son plataformas vivas para contar historias, generar inversión y atraer visitantes durante todo el año. El éxito del UTMB no puede quedarse en la foto del podio, sino traducirse en una estrategia sostenida que integre infraestructura, promoción, conservación ambiental y desarrollo comunitario.
El futuro del turismo en Chihuahua no está solo en vender paisajes, sino en vender experiencias que transformen. Que cada visitante regrese sabiendo quiénes son los rarámuri, qué significa correr sin zapatos y por qué las Barrancas del Cobre no son solo un destino, sino un símbolo de resistencia y orgullo.
Una historia por filmar, un legado por compartir
En ese mismo espíritu, urge revivir la historia del “Caballo Blanco”, aquel corredor que encontró en la Sierra Tarahumara no solo una ruta, sino un propósito. Su vida —mezcla de mito, deporte y búsqueda espiritual— podría ser el eje de una película que lleve al mundo la esencia de este lugar y de su gente.
Esa producción no sería solo cine; sería promoción, identidad y desarrollo. Porque el turismo cultural y cinematográfico son hoy herramientas clave para proyectar la autenticidad de los pueblos y atraer nuevas audiencias globales.
El siguiente paso
El UTMB demostró que Chihuahua puede ser sede de los grandes. Pero lo verdaderamente grande será mantener viva la llama cuando los reflectores se apaguen.
Eso exige planeación, inversión en infraestructura sostenible, capacitación local y una narrativa unificada que posicione a la Sierra Tarahumara como un santuario del deporte, la cultura y la naturaleza.
El desafío para la Secretaría de Turismo, bajo el liderazgo de Edibray Gómez, no está solo en organizar más eventos, sino en construir un modelo de desarrollo integral donde cada carrera, cada historia y cada paso de un corredor se conviertan en oportunidades reales para las comunidades.
Porque cuando los rarámuri corren, no lo hacen por fama ni por medallas. Corren porque es su manera de existir. Y quizá sea momento de que Chihuahua —como ellos— siga corriendo: ligera, determinada y con el corazón por delante.

