Top 5 Esta semana

Conoce nuestra revista impresa

Rare Earths, guerras comerciales y la oportunidad que México podría estar dejando pasar

La telenovela comercial entre Estados Unidos y China acaba de estrenar un nuevo capítulo —y de los intensos.
Después de unas semanas de aparente tregua, Washington volvió a subir el tono: el presidente Trump anunció un arancel adicional del 100 % a los productos chinos y restricciones de exportación sobre “todo software crítico” a partir del 1 de noviembre.

¿La razón? Beijing respondió endureciendo al máximo sus controles de exportación de tierras raras, los minerales esenciales que mueven al mundo tecnológico: desde misiles hasta autos eléctricos.

En pocas palabras: la guerra comercial ahora se libra por los materiales del futuro.

El nuevo frente: los minerales que hacen girar al mundo

China domina cerca del 60% de la extracción mundial de tierras raras y más del 90 % del procesamiento, según la Agencia Internacional de Energía.

Y aunque el nombre suene a escasez, no es que sean realmente raras: lo raro es tener la capacidad industrial y la voluntad política de extraerlas y refinarlas, porque ese proceso deja una pesada huella ambiental.

Con su nuevo movimiento, Pekín está diciendo algo así como:

“¿Quieres chips, motores eléctricos o turbinas eólicas? Entonces hablamos en mis términos.”

El golpe duele en Washington, en la industria militar y en las cadenas tecnológicas globales. Tanto, que en Europa ya hay voces pidiendo acelerar su propia producción.

¿Y México? Sentado sobre la mina, pero con el freno de mano puesto

México sí tiene minerales críticos, desde litio hasta depósitos potenciales de tierras raras. Pero su política minera actual camina entre dos aguas: por un lado, el discurso ecológico y soberanista; por otro, la necesidad económica de no quedarse fuera del reacomodo global de cadenas de suministro.

En los últimos años:
• Se nacionalizó el litio, reservando su explotación al Estado.
• Se aprobaron reformas que endurecen las concesiones mineras, limitan los plazos y priorizan el impacto ambiental.
• Y, más recientemente, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una pausa en nuevas concesiones mineras, salvo casos considerados estratégicos.

El resultado: decenas de proyectos detenidos por motivos ecológicos, incluso cuando podían representar inversión y empleo en regiones con bajo desarrollo.

Desde la perspectiva ambiental, esto tiene lógica: México arrastra décadas de pasivos mineros, contaminación y conflictos comunitarios. Pero desde la óptica estratégica, hay quien advierte que el país está dejando pasar la oportunidad de convertirse en un proveedor clave de minerales críticos para Norteamérica, justo cuando EE. UU. busca alejarse de la dependencia china.

La tensión del siglo XXI: ecología vs. soberanía industrial

El dilema es evidente. Para avanzar hacia una economía verde —autos eléctricos, energías limpias, digitalización— se necesitan más minerales, no menos. Pero la minería, por su propia naturaleza, consume agua, genera residuos y altera ecosistemas.

China ha pagado ese precio ambiental durante años, y hoy lo usa como ventaja geopolítica.
México,
en cambio, se resiste a repetir el error: prioriza la protección ambiental, pero corre el riesgo de quedarse sin un asiento en la mesa donde se decide el futuro energético y tecnológico del continente.

¿Qué podría hacer México?
1. Apostar por una minería responsable, con estándares internacionales de remediación y participación comunitaria.
2. Desarrollar cadenas de valor locales: no solo extraer, sino también procesar y fabricar componentes.
3. Aprovechar el “nearshoring”: con EE. UU. buscando proveedores más cercanos y confiables, México podría ofrecer estabilidad y reglas claras.
4. Fomentar alianzas público-privadas en investigación, innovación y reciclaje de minerales críticos.

LEER MÁS: Mientras el mundo se pelea por los imanes, México duerme sobre minerales estratégicos

En una era donde los recursos estratégicos definen el poder global, el reto no es tener las reservas, sino saber qué hacer con ellas.

Mientras EE. UU. y China se lanzan puñetazos comerciales por las tierras raras, México observa desde la esquina del ring, con un potencial geológico enorme, pero un modelo de desarrollo minero que aún no define si quiere ser parte del juego o solo espectador.

El equilibrio entre cuidar el medio ambiente y no dejar escapar la oportunidad de desarrollo industrial será una de las pruebas más difíciles de la próxima década. Y quizá, la más decisiva.